Leila Zoe Slovacek[1]
Resumen:
El presente artículo se basa en una investigación realizada en el ámbito de la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata durante los años 2019 y 2020. Se busca problematizar las presencias y ausencias de perspectivas de géneros y de interseccionalidad en las intervenciones sociales realizadas por los profesionales del Centro Socio-Comunitario de Responsabilidad Penal Juvenil de la ciudad de Mar del Plata, en el marco del Programa de Construcción de Ciudadanía Responsable y de la legislación vigente en la provincia de Buenos Aires, Argentina. La problematización se realiza considerando categorías de análisis como prácticas profesionales, formación en perspectivas de géneros, representaciones e imaginarios sobre géneros e interseccionalidad, entre otras. Se busca repensar los aportes y conclusiones de la investigación con el fin de contribuir a enriquecer las intervenciones profesionales que se realizan desde el Trabajo Social.
Palabras clave: Intervención social; Responsabilidad Penal Juvenil; Perspectiva de Géneros; Interseccionalidad
Introducción
Los Centros Socio-Comunitarios (CESOC) son organizaciones creadas en el marco del “Programa de Construcción de Ciudadanía Responsable” del gobierno de la provincia de Buenos Aires, República Argentina. Tienen como misión promover la “rehabilitación social”[2] de les[3] jóvenes acusadxs de delitos y prevenir su reincidencia en la transgresión de la Ley Penal, a través de la implementación de una serie de medidas sustitutivas de la privación de la libertad, que se desarrollan en todas las fases del proceso. El Programa sostiene que les menores de dieciocho (18) años son personas que se encuentran atravesando una etapa de crecimiento y desarrollo. Por ello, las consecuencias jurídicas que devienen de la responsabilidad de sus actos siempre deben tener un fin socioeducativo. En este sentido, las medidas alternativas a la privación de la libertad se proponen alcanzar la inserción de les adolescentes en un proyecto de vida, enmarcado en principios de convivencia social, acordado a partir de acciones consensuadas con les jóvenes y tendiendo a recomponer su capacidad para desarrollarse como persona.
En este sentido, en el desarrollo de la investigación en que se basa este artículo surgieron una serie de interrogantes en torno a las prácticas de los profesionales del CESOC, en relación a cómo se hace efectiva la perspectiva de géneros en el ejercicio profesional, cuáles son los discursos e imaginarios acerca de la utilización del enfoque de géneros en el ejercicio profesional, cómo se visualiza la perspectiva interseccional en la intervención social, cómo adquirieron formación profesional y académica sobre la perspectiva de géneros y cuáles son las teorías de géneros que conocen les profesionales. De esta forma, para responder a estos interrogantes, en la investigación en que se basa este artículo se pudo reflexionar sobre las prácticas de los profesionales del CESOC; sobre la perspectiva de géneros presente o ausente en las prácticas de los profesionales; sobre las tensiones, resistencias, discursos e imaginarios que están presentes en el equipo de profesionales del CESOC respecto a la utilización del enfoque de géneros, como así también, conocer las teorías de géneros presentes en las trayectorias académicas y laborales de los profesionales y, por último, las presencias y ausencias de la perspectiva interseccional en la intervención profesional.
Coordenadas teóricas
La noción de géneros es diversa, heterogénea y con muchas concepciones que aportan distintas significaciones semánticas. Es necesario entonces poner en diálogo distintas perspectivas sobre los géneros, entendiendo que tanto éstos como los feminismos no son categorías unívocas. Igualmente es necesario evitar la adhesión a categorías binarias que generen exclusión y no contemplen la diversidad y/o la disidencia existente. En este sentido, el género como categoría posee múltiples significaciones y sentidos históricos, teóricos y políticos. Para Joan Scott, el género es una categoría de análisis que introduce una noción relacional y desde el punto de vista metodológico tiene dos enfoques diferentes: a) el tipo descriptivo, basado en la descripción de fenómenos o realidades, especificando las relaciones entre los sexos como relaciones sociales y b) el enfoque de tipo causal, basado en la naturaleza del fenómeno o realidad que busca comprender la forma del mismo (Scott, 1986).
Por otro lado, para De Laurentis (1987), el género es un proceso donde el poder y el conocimiento producen el sujeto material. La autora plantea que existe una doble dimensión del sujeto y de la identidad, donde se entrecruzan o intersectan las variables sexo, raza, edad, etnia, clase y estilos de vida, dando paso a la interseccionalidad de las distintas opresiones. Este proceso resulta de prácticas materiales y discursivas, que tienen un sentido positivo y regular (De Lauretis, 1987 en Martínez, 2009). Por su parte, Nancy Fraser (2000) sostiene que el género constituye una comunidad bivalente, en donde intervienen dimensiones económicas-políticas, que reflejan la división entre trabajo productivo y reproductivo. A su vez, existen dimensiones de valoración cultural, en donde se abordan elementos referidos a la sexualidad. Finalmente, resulta pertinente analizar los aportes de Martínez (2009) sobre el género. Según la autora, la construcción del género es entendida como una ficción reguladora cargada de significaciones sociales y culturales que son atribuidas a las mujeres y a los varones. Las mismas no se dan por fuera del patriarcado, sino que a través del mismo se producen y reproducen dichas significaciones (Martínez, 2009).
En esta línea, el género es incorporado, junto al sexo, la etnia, la nación, la clase y la edad, al análisis de la interseccionalidad, perspectiva superadora para comprender y abordar las múltiples opresiones. La idea de interseccionalidad desde los feminismos tiene su origen en la década de 1970 y es planteada por los feminismos negros, mujeres de color y chicanas, como crítica al feminismo blanco-académico-burgués. Dichos aportes son recuperados por las feministas descoloniales en América Latina a los fines de comprender las opresiones originadas a través de la colonialidad y visibilizar a aquelles cuerpos racializades desde un pensar-hacer situado. De esta manera, el concepto de interseccionalidad es entendido como una “manera particular de entender la ubicación social en términos de entrecruzamiento de sistemas de opresión” (Collins, 2000, p.299).
En este sentido, se incorpora a la investigación en la cual se basa este artículo el planteo del feminismo descolonial, que pretende visibilizar a aquellas mujeres racializadas, excluidas y violentadas por los diversos sistemas de opresión. El feminismo descolonial es entendido como la posibilidad de vencer la opresión de género racializada y capitalista, tal como lo entiende Lugones (2011) al plantear la categoría “colonialidad de género”. Considerando los procesos de colonización y las profundas huellas que marcó el colonialismo en Abya Yala[4], es fundamental recuperar los aportes del feminismo comunitario, el cual es comprendido desde un pensar situado, latinoamericano, que rescata las experiencias de las mujeres del movimiento zapatista en Chiapas, las mujeres cocaleras en Bolivia y las mujeres originarias de Guatemala.
El feminismo comunitario propone construir una sociedad basada en una comunidad de comunidades, que luche contra la globalización, el capitalismo y el neoliberalismo. Asimismo, este movimiento político reflexiona a partir de las prácticas y su categoría central es el entronque patriarcal, entendido como la fusión entre el patriarcado ancestral y el patriarcado colonial. Desde los aportes de Paredes y Guzmán (2014), los feminismos comunitarios plantean un movimiento que a través de la lucha busca eliminar el patriarcado, basándose en la memoria larga de los pueblos originarios. En este sentido, los feminismos comunitarios se configuran desde un pensar- hacer situado que plantea una despatriarcalización, una descolonización y la autonomía de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres (Martínez, 2018).
De esta forma, las distintas significaciones y los diversos sentidos de los géneros, la interseccionalidad y los feminismos descoloniales y comunitarios, configuran categorías indispensables que se constituyeron en elementos de análisis para la construcción de la investigación y para el abordaje de la perspectiva de géneros en la intervención en lo social. Esta última, es abordada por Carballeda (2014), quien sostiene que, intervenir es hacer ver a les otres y su articulación con las instituciones, con el Estado y la desigualdad. De esta manera, a través de la intervención social, se deconstruye el padecimiento de lxs Otrxs, reconstruyendo la noción de Sujetx Americanx y elaborando una conexión entre Sujetx y cultura. Asimismo, la intervención atraviesa e inscribe una huella en aquel padecimiento, construye con lx Otrx, preguntas y respuestas en pos de generar resolución de los problemas, como así también, en la búsqueda de armar y desarmar las problemáticas ocasionadas por la desigualdad.
Por otro lado, la organización donde se realizó la investigación en la cual se basa este artículo, el CESOC de Mar del Plata (Buenos Aires, Argentina), constituye un dispositivo que trabaja con jóvenes entre dieciséis (16) y dieciocho (18) años que han transgredido la ley penal, proponiendo medidas alternativas a la privación de su libertad. Según un relevamiento realizado entre octubre 2018 y octubre 2019, esta población se compone en un 99 % por varones. De esta forma, es menester incorporar a las coordenadas teóricas presentadas, la noción de masculinidad, entendiendo a la misma como categoría fundamental que adquiere múltiples y diversos significados.
En primer lugar, cabe resaltar que el concepto de masculinidad hace referencia a aquellas configuraciones de prácticas estructuradas por relaciones de género, que son inherentemente históricas y cuya construcción y reconstrucción es un proceso político (Connell, 2003). De esta forma, la masculinidad es abordada como un concepto relacional que no es estático ni atemporal, sino histórico. Desde los aportes de Connell (2003) entender la masculinidad desde lo relacional implica comprender que las masculinidades no existen primero, y luego se relacionan con las feminidades, sino que ambas se producen juntas en el proceso que crea el orden de los géneros. Finalmente, abordar la masculinidad desde una perspectiva interseccional permite reconocer diferentes construcciones de masculinidades, según la clase, el territorio, la etnia y que, además, contemple las diferentes sexualidades como las Masculinidades gays o las Masculinidades disidentes.
Coordenadas metodológicas
Como se mencionó anteriormente, la herramienta elegida para la construcción y el desarrollo de la investigación en la cual se basa este artículo es la sistematización, la cual se constituye en una metodología que, a través de la integración de las distintas teorías que se presentan en la investigación y de la articulación teórico-práctica, provee la posibilidad de construir y narrar distintos relatos e historias, que no se observan ni aprenden en el ámbito académico sino en el territorio. La sistematización recupera la perspectiva de Fals Borda (1999), quien plantea la investigación-acción-participativa como una metodología que permite reflexionar a partir de la experiencia como punto de partida de la investigación.
De esta forma, la sistematización como metodología forma parte de la producción del conocimiento situado como propone Harding (2001), en donde les investigadores se encuentran históricamente posicionadxs y localmente situadxs. En ese sentido, la investigación se objetiva a través de una perspectiva latinoamericana desde un pensar-hacer situado, siendo que lx investigadorx no se constituye en unx merx observadorx objetive y políticamente neutral, situadx por fuera y por encima del texto (Martínez, 2009).
A su vez, la investigación realizada que sirve de base para este artículo incorpora la técnica de la entrevista, la cual según los aportes de Corbetta (2007) tiene como objetivo último comprender desde la perspectiva de le sujetx entrevistadx, conocer sus categorías, sus interpretaciones, sus discursos, sus acciones y sus percepciones. De esta manera, se realizaron entrevistas abiertas narrativas a las profesionales de la organización estudiada, el CESOC de Mar del Plata (Buenos Aires, Argentina).
Aproximaciones generales
En este apartado se expone una selección de los principales resultados obtenidos con el proceso de investigación llevado a cabo. En primer lugar, se retoma uno de los objetivos específicos de la investigación, vinculado a identificar las prácticas que realizan las profesionales del CESOC. En este punto, es fundamental destacar que estas prácticas tienen por objeto acompañar a les jóvenes en situación de conflicto con la ley penal en su proceso, tanto de inclusión social, como de responsabilidad subjetiva. Dicho acompañamiento implica colaborar con lxs mismxs en el proceso de problematización del hecho ocurrido en el marco de una medida judicial. En un segundo momento, se busca reflexionar acerca de las prácticas de las profesionales del CESOC desde una perspectiva de géneros. En este sentido, se realizó un relevamiento para delimitar la población del CESOC. Se incorporó el indicador de géneros y el relevamiento demostró que entre octubre 2018 y octubre 2019 ingresaron a la organización un total de ochenta y seis (86) jóvenes, en su casi totalidad varones ya que había una (1) sola mujer.
Es necesario destacar que lxs jóvenes que ingresan a la organización atraviesan por un período de sus vidas, la juventud, que constituye un momento clave en el proceso de construcción de identidad subjetiva, donde se plantea una orientación a determinadas pautas de comportamiento en cuanto al género. En esta línea, sostiene Núñez Noriega (2005) que “Existen diferencias de género en la comisión de infracciones, siendo los menores varones quienes cometen más infracciones, lo que es determinado en gran medida por la construcción de una identidad masculina que promueve la violencia y la exposición a riesgos como actitudes viriles a cambio de poder y estatus social” (p. 89).
Se observa que las conductas relacionadas a la transgresión se vinculan a la noción de pertenencia a grupos de pares, del barrio, del club, de la escuela, entre otros. En este sentido, se entiende que la manifestación de dichas conductas demuestra que la noción de virilidad masculina se relaciona estrechamente con la construcción de la identidad del joven varón. Asimismo, la realización de conductas delictivas en los jóvenes tiene que ver con la necesidad de reafirmación de la masculinidad de los mismos. A su vez, esta reafirmación, tanto de la masculinidad como de la noción de fuerza, aparece en los juegos entre varones, que se encuentran “(…) encaminados a demostrar resistencias al dolor, al miedo (…) a través de una serie de pruebas de las cuales se espera el reconocimiento de sus pares, para construir, de manera reflexiva, su propia imagen de sí mismos, como sujetos plenamente masculinos” (Núñez Noriega, 2005, p.97).
Resulta interesante destacar los aportes de Núñez Noriega, dado que se observa un correlato entre los presupuestos teóricos y la realidad del CESOC. En los últimos años, las cifras de mujeres con conductas transgresoras de la ley penal bajan de forma contundente. La presencia mayoritaria de varones en los dispositivos de responsabilidad penal juvenil, no sólo se vincula con la construcción de la identidad masculina y la cuestión de la virilidad, la fuerza y los históricos estereotipos patriarcales, sino también con la necesidad de ocupar el lugar del varón como proveedor de recursos materiales y la exposición constante a demostrar valentía, coraje, respeto, poder, reconocimiento.
En este sentido, la autora agrega que “(…) los varones son particularmente demandados, por ellos mismos y el grupo de pares, a mostrar que “ya poseen” los atributos socialmente exigidos de masculinidad. Este proceso implica la exhibición pública constante de esos atributos y expectativas de comportamiento, esto es, una serie de “pruebas” y “rituales de masculinización” (Núñez Noriega, 2005, p.97). Asimismo, las conductas de transgresión y la construcción de la masculinidad hegemónica se manifiestan también en los discursos e imaginarios que giran en torno a les jóvenes, a través de la apropiación de cuestiones como el uso de la fuerza física, el sentimiento de no tener miedo a enfrentar situaciones de riesgo, poseer el control sobre todas sus acciones y la función de proveer sustento económico a la familia.
Por otro lado, en relación a la noción que tienen lxs profesionales del CESOC sobre el género, se arriba a la conclusión que existe una noción unificada del género como construcción social. En este sentido, la perspectiva de géneros se manifiesta en las prácticas profesionales de manera incipiente, pero en construcción y formación. Se visualiza un claro conocimiento de los estereotipos de géneros y mandatos socio-históricos que avalan y legitiman la desigualdad entre los géneros. La perspectiva de géneros también se observa en el intento continuado de lxs profesionales por desnaturalizar y problematizar la masculinidad hegemónica.
En esta temática, se destaca la importancia de que el Trabajo Social continúe fomentando instancias de abordajes grupales, donde les jóvenes puedan problematizar las singularidades y subjetividades que conforman la construcción de su identidad desde una masculinidad hegemónica junto a un otro par, teniendo en cuenta que la mayoría de les jóvenes ingresan al CESOC por causas en poblado y en banda. Además, la perspectiva de géneros también se observa en la desnaturalización de lo heteronormativo. De las entrevistas realizadas surge que las profesionales buscan abordar la problemática sin coartar a les jóvenes su identidad u orientación sexual. El enfoque de géneros también se observa en las primeras lecturas que se hacen de les jóvenes cuando ingresan a la organización. Como se abordó en el desarrollo de la investigación, les jóvenes ingresan por oficios judiciales y, en muchos de los casos, estos oficios vienen acompañados de informes periciales o de informes producidos por otras instituciones o profesionales que mantuvieron abordajes con les jóvenes.
Por otro lado, en cuanto la formación académica y profesional que han recibido lxs profesionales del CESOC sobre la perspectiva de géneros, se visualiza una clara ausencia en la formación de grado, que tiene que ver con el momento histórico por el que han transitado la Universidad. En este sentido, la formación de las profesionales ha quedado supeditada a voluntades individuales. Las mismas han decidido por su propia cuenta realizar especializaciones o posgrados. En este punto es importante destacar que la decisión de formarse no ha sido por un mero interés personal sino más bien por una necesidad profesional.
Otro punto clave a destacar es que la formación en perspectiva de géneros que reciban las profesionales -tanto en las especializaciones o posgrados, como así también en posibles capacitaciones futuras que pueda llegar a brindar el CESOC- es deseable que contengan contenidos curriculares que aborden la perspectiva interseccional de las opresiones, para promover la construcción de un Trabajo Social descolonial y feminista. En este sentido, la perspectiva de géneros en la formación debe visibilizar las desigualdades étnicas, de clase y de géneros, la opresión de las mujeres y disidencias bajo un sistema hetero-cis-patriarcal. En este aspecto, se hace necesario pensar en descolonizar los saberes que atraviesan los planes de estudios de grado y posgrado, como también las instancias de formación, perfeccionamiento, actualización y capacitación de profesionales que realizan intervención social.
En relación a las ausencias y presencias de la interseccionalidad en las prácticas profesionales del CESOC, es dable mencionar que, en la primera lectura que realizan las profesionales sobre la situación de lxs jóvenes, se considera la perspectiva de géneros en la intervención profesional, como también la perspectiva de clase, ya que se tienen en cuenta las múltiples violencias que sufren les jóvenes a través de las desigualdades que les atraviesan. Se advierte que la interseccionalidad está presente en la intervención social pero no así en los aspectos teóricos de formación. Ninguna de las profesionales conocía en profundidad la teoría interseccional.
No obstante, se destaca la presencia de la perspectiva en las prácticas profesionales, ya que los enfoques de géneros y de clases son tenidos en cuenta a la hora de formular una posible estrategia de intervención o abordaje. De esta forma, es fundamental retomar los aportes de los feminismos descoloniales, comunitarios y latinoamericanos, dado que la descolonización de las prácticas y saberes a través de los feminismos contribuye a fortalecer y potenciar un Trabajo Social situado, abriendo paso a la senda que conduce a desarmar y transformar el sistema patriarcal.
Conclusiones
Con este artículo se ha intentado recuperar lo inesperado del proceso de construcción de conocimientos llevado a cabo con la investigación que sirve de base al presente. El inicio del proceso se realizó en el marco de la presencialidad y lo que se conoce como “normalidad”, situación que dio un giro de 180° grados en marzo del año 2020 con la pandemia de COVID-19 y el régimen de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio puesto en vigencia por el Gobierno Argentino en todo el país, tal como ocurría en el resto del mundo. Desde entonces, las prácticas de intervención social de les profesionales del CESOC se vieron atravesadas y condicionadas por la dialéctica de la presencialidad-virtualidad.
La investigación en la que se basa este artículo intentó recuperar aspectos fundamentales de las intervenciones sociales a través de la sistematización como metodología. En este sentido, visibilizar al otrx en lo que les profesionales plasman en la escritura constituye una forma de asumir un posicionamiento ético-político en las intervenciones profesionales. Es decir, por medio de la escritura como práctica, se deja una huella que se expresa a través de la palabra y constituye un fuerte mensaje de que el Trabajo Social interpela y repudia todo tipo de desigualdades sociales.
Una de las conclusiones que es necesario destacar en este artículo es que la perspectiva de géneros se encuentra presente discursiva y materialmente en las prácticas de intervención social de les profesionales del CESOC, aunque esté ausente en la formación y quede supeditada a la voluntad de cada profesional ya que -hasta el presente- no está plasmada en una política institucional. No obstante, se respiran buenos augurios ya que las profesionales destacaron con entusiasmo que la nueva gestión del CESOC contemplaría la perspectiva de géneros como uno de los ejes fundamentales en el proceso de construcción del nuevo proyecto institucional.
En este sentido, la ausencia de la perspectiva de géneros en la formación atraviesa completamente las subjetividades de las profesionales, quienes tampoco están exentas de los estereotipos de géneros. Por tanto, deconstruirse es una necesidad profunda y cotidiana que atraviesa a todxs por igual. Asimismo, se hace necesario resaltar que, si bien la intervención profesional es llevada a cabo primordialmente con jóvenes varones, también hay un pequeño porcentaje de mujeres. En esta línea de abordaje, los aportes de los feminismos se consideran indispensables para desnaturalizar aquellas situaciones de violencia de género que atraviesan y condicionan muchas veces a las jóvenes y las llevan a encubrir a quienes ejercen violencia contra ellas.
En esta misma línea, los resultados de la investigación en la que se basa este artículo dan cuenta de que existe una cierta naturalización de la división sexual del trabajo. Los roles asignados históricamente a las mujeres se vinculan a las tareas de cuidado en el ámbito privado, mientras que los hombres se destacan en la esfera de lo público. Este aspecto puede ser visto en los imaginarios sociales de las profesionales del CESOC cuando se hace referencia a la atribución de tareas a las madres de les jóvenes, quienes son consideradas sostén fundamental por estar “al pie del cañón” en las situaciones de crisis.
Otra conclusión importante que surge de la investigación en la que se basa este artículo, tiene que ver con la ausencia de debates en relación con la etnia y la raza. Esto puede vincularse al proceso de “argentinización blanca” que ha atravesado el país desde los tiempos de la inmigración masiva de los siglos XIX y XX. Los genocidios y las masacres fueron justificados históricamente con el argumento de la “limpieza étnica”. Desde la herida profunda de la colonización y la colonialidad, se justificó -como ejemplos- el exterminio de pueblos originarios en Argentina llevada adelante por la llamada “conquista del desierto” y la estigmatización selectiva de los cuerpos racializados seguidores de Juan Domingo Perón con la etiqueta “cabecitas negras” en 1945. Pero también el actual hostigamiento y discriminación de les jóvenes de sectores populares estigmatizados como “negros” o “negros de mierda”, lo que da cuenta de que la cuestión racial sigue más vigente que nunca.
Esto genera la necesidad de impulsar y (re)pensar los debates acerca de las nociones de raza y etnia en las profesiones que realizan intervención social. En este sentido, la perspectiva de la interseccionalidad constituye un enfoque superador, capaz de hacer visibles los cuerpos racializados, analizar los procesos históricos estigmatizantes por el color de la piel o el origen étnico y cuestionar y deconstruir la noción de blanquitud que atraviesa la sociedad actual. También resulta fundamental destacar los aportes de la perspectiva descolonial y situada para profundizar la construcción de nuevas instancias de formación, tanto en el Trabajo Social como en otras profesiones que realizan intervención social, con el fin de visibilizar las múltiples formas de opresión y violencias que padecen lxs sujetxs de la intervención.
Bibliografía
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[1] Licenciada en Servicio Social egresada de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
[2] El término “rehabilitación social” es puesto entre comillas porque figura textualmente de esa forma en la legislación que regula el funcionamiento de los CESOC. La autora de este artículo no adhiere al concepto, porque la noción de “rehabilitación” proviene del denominado Enfoque de Situación Irregular y del antiguo Régimen de Patronato, perspectivas que son anteriores a la Ley de Promoción y Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, vigente en Argentina desde el año 2005.
[3] El presente artículo intenta contener un lenguaje inclusivo y no binario. La pretensión es aportar a la ciencia desde un lenguaje que libere y no encierre en estereotipos marcados. En el desarrollo del mismo se encontrarán femeninos, masculinos, “x”, barras de el/la, entre otras formas que convocan a ser leídas y alientan a una deconstrucción que debe verse como un lenguaje que libera y no oprime.
[4] Nombre originario del continente americano antes de la invasión colonizadora europea.