ARTE RAPERO, SUBJETIVIDADES, PROYECTOS DE VIDA Y TRANSFORMACIÓN SOCIAL

Florencia Filippi[1]

Rocío Lazaletta[2]

Resumen

En este trabajo se discuten los resultados de la investigación titulada “Bozales rotos: Estudio sobre proyectos de vida de jóvenes raperos de la ciudad de Mar del Plata”, realizada en la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata durante los años 2019 y 2020. En esta investigación se intentó producir conocimientos sobre las significaciones y prácticas del arte rapero y la cultura hip-hop en la ciudad de Mar del Plata, Argentina, como expresiones de proyectos de vida y de procesos de subjetivación y construcción de identidades de lxs jóvenes de esta ciudad. La producción de conocimientos se llevó a cabo a partir de tres ejes de análisis desde los cuales se intentó abordar la complejidad que encierra la temática: la educación popular, las políticas públicas y el arte como instrumento de transformación social. Las reflexiones que se presentan en este trabajo se orientan a realizar aportes en relación a pensar proyectos-otros, trabajar con subjetividades deseantes y poder dialogar con lxs jóvenes en tanto sujetxs activxs.

Palabras clave: Arte; Rap; Proyectos de vida; Transformación social

El proyecto de investigación

En este artículo se discuten los resultados más importantes de una investigación bianual realizada durante los años 2019 y 2020 en la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina, titulada “Bozales rotos: Estudio sobre proyectos de vida de jóvenes raperos de la ciudad de Mar del Plata”. El propósito de esta investigación fue indagar específicamente acerca de los proyectos de vida y procesos de subjetivación de jóvenes raperxs de la ciudad de Mar del Plata y, de manera más general, explorar las significaciones y prácticas del arte rapero y la cultura hip-hop en los cuales se inscriben esos proyectos de vida y procesos de subjetivación.

El interés por esta temática tuvo un momento inicial, cuando nos contactamos con integrantes de La Cultura está en el Barrio, un grupo de rap de la ciudad de Mar del Plata conformado como espacio de creatividad y expresión de problemáticas por las que atraviesan lxs jóvenes de los barrios periféricos, vinculadas con la exclusión, la estigmatización, la xenofobia y la violencia policial. El grupo fue el primero de Mar del Plata en recibir el premio Alfonsina Storni, otorgado por la Municipalidad de General Pueyrredon en reconocimiento de los aportes artísticos y culturales del grupo. Este momento inicial fue muy importante para nosotras, porque vimos la oportunidad de repensar marcos conceptuales y categorías de análisis no sólo en relación a la desigualdad y la vulneración de derechos, sino en relación a la relevancia de la práctica del rap como arte y como expresión de estas problemáticas que afectan a lxs jóvens en estos contextos.

Vislumbramos como muy importante analizar el fenómeno del rap, en la medida en que éste se constituye en una propuesta que pretende poner en escena un modo singular de pensarse y de representar, que escapa a aquellos moldes impuestos por la cultura hegemónica y abre la posibilidad de pensarse en realidades distintas, posibles, a la vez que permite pensar y construir nuevos y otros espacios de libertad. De nuestras primeras incursiones investigativas en el rap como práctica y como experiencia, pudimos observar que posibilita adentrarse en un proceso de diálogo como unx mismo. Permite una elaboración de sí mismx y de creación de nuevas formas de existencia. Esta constatación preliminar nos posibilitó plantear como hipótesis de trabajo la idea de que el rap constituye una herramienta que influye contra-culturalmente en la construcción de proyectos de vida de lxs jóvenes.

Esta hipótesis de trabajo implicaba a su vez el desafío de intentar definir qué es un proyecto de vida. O, en otras palabras, de qué hablamos, desde el Trabajo Social y la perspectiva latinoamericana, cuando hablamos de proyecto de vida. Supuso, a su vez, identificar los elementos que confluyen en su conformación, como así también las implicancias que los proyectos de vida “ideales” suponen en las trayectorias de vida de lxs sujetxs. Es así que, utilizando el rap como herramienta disruptiva, comenzamos a formularnos una serie de interrogantes: ¿qué implica la práctica del rap en la vida cotidiana de lxs jóvenes de sectores populares?, ¿por qué consideramos que es una herramienta de transformación social?, ¿es una práctica que constituye un punto de inflexión para entenderse a sí mismx y al mundo que unx habita? ¿por qué creemos que esta práctica cobra especial relevancia en algunos sectores populares? y ¿qué implicancias tiene el rap en la construcción de proyectos de vida de lxs jóvenes de sectores vulnerados?

De este modo, nos propusimos como objetivo principal de nuestra investigación indagar las percepciones, significaciones y sentidos que lxs jóvenes de sectores populares de la ciudad de Mar del Plata atribuyen a la práctica del rap, en relación a la construcción de proyectos de vida, reflexionando acerca de la influencia y particularidad que dicha práctica supone en esta construcción. Es en este sentido que optamos por llevar a cabo una investigación exploratoria-descriptiva (Scribano, 2008), que nos permitió centrarnos en los relatos de los propixs jóvenes, intentando acceder a la complejidad que encierran los mismos.

Estos relatos surgieron de entrevistas en profundidad (Trindade y Torrillo, 2016) que realizamos a jóvenes que practican rap y referentes de instituciones en cuyo marco se llevan a cabo experiencias de rap. Además, se conformaron grupos de discusión con jóvenes de distintos colectivos de rap. Nuestro estudio abarcó tres colectivos de rap, con cierta trayectoria y reconocimiento social. A su vez, buscamos acceder a las distintas composiciones musicales de lxs jóvenes, con el objetivo de analizar los relatos y las ideas expresadas en las letras de sus canciones. De esta manera, ampliamos el espectro de lo que tradicionalmente se concibe como saber o conocimiento, rescatando saberes-otros, construidos en base a las propias vivencias y experiencias y en donde la realidad vivida es la verdadera fuente de conocimiento.

La producción de conocimientos se llevó a cabo a partir de tres ejes de análisis desde los cuales se intentó abordar la complejidad que encierra la temática indagada: la educación popular, las políticas públicas y el arte como instrumento de transformación social. Trabajamos con material bibliográfico de distintos autores que abordan el arte como herramienta de transformación social (Rivero, 2013; Oleochea y Engeli, 2017) y otros que analizan la relación del rap con las juventudes y su implicancia en la construcción identitaria (Castiblanco Lemus, 2005; Moraga González y Solorzano Navarro, 2005; Vélez Quintero, 2009; González Vélez, 2012; Díez Salvatierra, 2016).

La experiencia de investigación fue muy rica, ya que utilizamos una variada gama de instrumentos de recolección y análisis de datos, donde no estuvieron ausentes la observación simple y participante, el registro directo de narrativas de experiencias vividas, vivencias, percepciones y reflexiones individuales y grupales. De esta manera, tal como lo plantea Evangelina Benassi (2017), la investigación no implicó la utilización de una sola técnica o la simple presencialidad en el territorio, sino que indagamos relaciones y redes de relaciones que nos permitieron comprender los significados y procesos que estábamos indagando.

Proyectos de vida

Como mencionamos anteriormente, nuestro primer debate en cuanto a la producción de conocimiento que nos proponíamos generar estaba relacionado a la definición de la categoría proyecto de vida. Para esto, partimos de la premisa de considerar que en un proyecto de vida entran en juego diversos elementos identificables, tales como las experiencias y trayectorias vitales, la cultura, la identidad, los sentidos, las percepciones, el deseo, el territorio; donde confluyen también condiciones simbólicas y materiales. Entendemos, a su vez, que la estructura del sistema capitalista ha producido un proyecto de vida ideal. Después de la educación obligatoria, solamente hay dos opciones: trabajar, para generar ingresos, o estudiar, para después trabajar  y generar ingresos. Todas las formas-otras de existir y subsistir en el sistema son consideradas anómalas, enemigas, peligrosas.

Al mismo tiempo, no se nos escapa que, concreta y materialmente, lxs sujetos necesitan existir, resistir y subsistir, y para eso, generalmente, se juega con las reglas del sistema. Pero entender que éstas existen y nos condicionan implica necesariamente comprender que habrá una resistencia que emerge, desde lo profundo, para poner las estructuras de cabeza y desbalancear el orden establecido. Aquí entran en juego, todas las prácticas ligadas a lo artístico, lo emocional, lo considerado “pasatiempo” o “hobbie”. Estas prácticas lejos están de configurar un proyecto de vida válido para el sistema, y están permitidas sólo para algunos sectores que tienen el tiempo para realizarlas, por fuera de su trabajo o estudio formal.

Distintas corrientes intentan explicar desde diversos posicionamientos la complejidad de esta categoría, buscando dar respuesta a un mismo interrogante: ¿qué es un proyecto de vida? Sin embargo, fue a lo largo del proceso de investigación que entendimos que era inútil ligarnos a definiciones de autores, porque limitan y clausuran la reflexión y la búsqueda. Y justamente el objetivo que teníamos era reflexionar sobre diversas categorías teóricas, entre ellas la de proyecto de vida, con el propósito de recuperarlas y resignificarlas.

En este sentido, entendemos que un proyecto de vida es una construcción dinámica. Tiene que ver con entenderse a unx mismx y el espacio que unx habita. Es construir todos los días la propia identidad y afirmar un posicionamiento en la escena social a partir de una interiorización y apropiación de sentidos. Tiene que ver con establecer objetivos, de corto o largo plazo, dependiendo esto de las condiciones simbólicas y materiales con las que lxs sujetos cuenten. También tiene que ver con romper los cánones hegemónicos de la contraposición estudio/trabajo, con habilitar no sólo las prácticas artísticas, sino también con pensar que las proyecciones individuales son solo una ilusión y que resulta siempre necesario, desde la resistencia, apostar a los lugares colectivos.

El rap constituye una herramienta primordial para comprender y construir identidad, tanto personal como colectiva. Se configura como una base sobre la cual se pueden construir objetivos a futuro. Además, la posibilidad de pensarse en realidades posibles, siendo lxs sujetxs actores protagonistas de este proceso. En nuestra investigación nos centramos en estudiar estas posibilidades-otras que aporta la práctica del rap, no sólo como actividad para “ganarse la vida”, sino como un proceso de reflexión e inflexión que permite comprensiones de unx mismx, que permite explorar la mente y el pensamiento hasta sus profundidades, que permite la inevitable construcción de un lazo, de un nosotrxs.

Transformación social

Desde los inicios de nuestra investigación, pensamos en ciertas premisas fundamentales como puntos de partida para pensar la implicancia del rap en la cotidianeidad de lxs jóvenes de los sectores populares. Una de estas premisas fue pensar el arte como una herramienta de transformación social, basándonos no sólo en la bibliografía consultada (Rivero, 2013; Oleochea y Engeli, 2017), sino también en nuestra propia práctica profesional. Sin embargo, nos interesaba indagar y conocer la particularidad que aporta al rap en esta transformación social; es decir, cuáles son los efectos concretos que genera la utilización de esta práctica artística y no otra.

Nos preguntábamos una y otra vez ¿en qué se basa la singularidad del rap a la que hacemos mención?, ¿qué es lo que hace del rap una práctica que excede ampliamente lo musical? y ¿qué encuentran lxs jóvenes en el rap para asumirlo como una forma de vida? Para poder encontrar algunas respuestas, comenzamos por preguntarnos ¿qué es el rap? e investigamos acerca de sus orígenes y sus bases. Así descubrimos que este género estuvo ligado desde sus comienzos a la resistencia. La palabra rap se construye como un acrónimo de Revolución Artística Popular o bien Revolución, Anarquía y Protesta. Su origen se vincula más con un hacer que con un decir. Es una práctica. “(…) Es hablar, denunciar, protestar, confrontar, interpelar, cuestionar, pero ante todo es vivir, es hacer, es experimentar una forma de vida alterna como respuesta, que no espera ser resuelta por otros, sino que ocurre en las vivencias, justamente cuando éstas desafían los límites” (Castiblanco Lemus, 2005, p.256).

Pero además, es una práctica de libertad, en la medida en que no hay parámetros establecidos para crearlo. Cualquiera puede hacerlo. No existen maestrxs ni profesores: sólo existen experiencias de vida, que cobran materialidad y significado al ponerlas en palabras, al expresar cómo se sienten y cómo atraviesan el cuerpo, a la vez que unx se va entendiendo a sí mismx y comienza a formar una narrativa de su propio ser, de su propia identidad. Es en este sentido que concebimos el rap como resistencia, entendiendo que -como práctica- se basa principalmente en el discurso, pero que sin embargo lo excede, expresándose como una forma de vincularse con unx mismo, con lxs otrxs y con las normas establecidas socialmente. Como lo explica Castiblanco Lemus, por medio de la fuerza y rudeza del contenido poético, lxs jóvenes raperxs:

Nos desafían cada vez a pensar en el papel transformador del arte en las formas de pensamiento, en los imaginarios y representaciones de la gente sobre lo juvenil; en todo caso es un reto y un pretexto para repensarnos e indagar en prácticas alternativas que generen nuevos códigos o formas de instalarnos de manera transgresora desde lo que venimos siendo, y ellos, los raperos, nos señalan pistas. (Castiblanco Lemus, 2005, p.269).

Su carácter asociativo, comunitario, abierto y desestructurado, conforma una lógica que invita al encuentro y reconocimiento de muchxs “otrxs”. Es en este diálogo, basado en la diversidad, nutrido por vivencias heterogéneas, donde paradójicamente se construye un espacio común, sostenido fundamentalmente por la construcción y fortalecimiento de los lazos sociales. Como sostiene un referente institucional entrevistado: “Lo que nosotros estamos haciendo es una práctica comunitaria. Pensar en grupo. Nos pensamos como manada, como familia” (Gase, entrevistado). Aparece aquí muy claramente el significado de resistencia que tiene el rap ante la cultura hegemónica individualista o la sociedad como “agregado de individuos”, tal como lo propone el neoliberalismo.

En gran medida, lo que convoca a estxs jóvenes a inclinarse por esta práctica es la modalidad que adquiere, al configurarse por versos que expresan las vivencias más crudas y profundas que les atraviesan. Como también lo expresan los propios entrevistados: “nos interesó a todos el método de la palabra como expresión (…) y nosotros queríamos conectar con la gente de alguna forma la realidad del barrio, lo que nos pasaba” (Sebastián, entrevistado). Aquí se deja entrever otra motivación fundamental: el ser escuchadxs. Lxs raperxs sienten una necesidad imperiosa de contar lo que les pasa, no sólo como sujetxs individuales, sino como representantes de su barrio, de lo colectivo, de lxs suyxs. Mediante la herramienta de la palabra, combinada con el arte, comienza un trayecto de proceso identitario, una producción de sentidos que permite explicar quiénes son, a partir de algunas categorías culturales que configuran el relato de su propia identidad (González Vélez, 2012).

En la frase “contar lo que nos pasa”, que aparece y se repite en cada relato, se esconden no sólo las motivaciones principales sino los objetivos específicos que lxs jóvenes construyen alrededor del rap. Reconocen que los espacios que les permiten expresarse son acotados, que las personas muchas veces no lxs quieren escuchar, y que hay otrxs hablando por ellxs. Esto despierta en ellxs la necesidad de organizarse y de ocupar esos lugares, para relatar y denunciar sus condiciones de vida. De esta forma, comenzamos a elaborar una concepción del rap menos ligada a la mera singularidad de su composición musical, sus bases y rimas. Entendemos que su implicancia va más allá, y que constituye una práctica que encierra efectos transformadores en la vida de lxs jóvenes. Éstxs encuentran en esta expresión artística una forma de transitar sus vidas.

Construcción colectiva

Lo que nos parece más interesante, tal como lo percibimos en el transcurso de la investigación, es que a partir del proceso de vinculación que hace posible la práctica del rap, lxs jóvenes no se sienten solxs, ya que lo colectivo, lo grupal, es la premisa fundamental de la práctica. Es en este transitar colectivo donde se vive la singular sensación de compartir experiencias, de ser parte de un todo y de ser reconocido por un otrx como parte fundamental de esa vivencia. La reconstrucción del lazo social, entonces, se hace presente como elemento que disputa la individualidad, que evidencia lo colectivo y lo grupal no sólo como espacio de pertenencia sino también como territorio de construcción de subjetividades.

De esta forma, podemos afirmar que, dentro de las distintas manifestaciones del arte, el rap aparece entonces desde su enunciación como una herramienta disruptiva. Por tanto, la elección de lxs jóvenes no resulta casual. Históricamente, las juventudes -podríamos agregar de sectores populares- han sido identificadas con calificativos como rebeldía, transgresión de la norma, ruptura con “lo esperable y deseable”. Sin embargo, de repente, lxs jóvenes ya no huyen de estos calificativos. Ahora no les parecen insultos sino que los recogen y los hacen propios, incluso los levantan como banderas. La “anormalidad” se constituye en identidad y en punto de partida, las miradas de desprecio y desaprobación en motor, las puertas cerradas en posibilidades de golpearlas y abrirlas.

El rap se constituye así no sólo en una manifestación artística, sino especialmente en un punto de fuga para materializar los sentires y reconstruir los lazos sociales destruidos, para volver a pensarse, para reescribir la propia historia. En definitiva, es una vivencia que permite que lxs jóvenes se posicionen ante la vida, con la convicción de sentir pasión por algo. Alimenta las posibilidades de soñar. Es una poderosa herramienta para mirar el pasado, el presente y el futuro desde un lugar de revalorización de la propia historia.

Políticas públicas

El rap es una práctica que adquiere singularidad en la medida en que se va configurando en espacios e instituciones concretas. En este sentido, nuestra investigación tuvo en cuenta las políticas públicas imbricadas en el proceso de formación y producción musical. Por este motivo, consideramos sumamente relevante para nuestro análisis concebir el modo en que lxs sujetos, en este caso las juventudes, se relacionan, viven y perciben las políticas públicas, entendiendo que las mismas dialogan con historias, contextos y sujetxs atravesadxs por trayectorias vitales.

Es así que nos preguntamos: ¿qué implicancias tuvo la existencia de políticas públicas que impulsen, entre otros aspectos, la posibilidad de contar con espacios de expresión artística como el rap?, ¿qué percepción tienen lxs jóvenes respecto a dichas políticas?, ¿cómo se acompaña y promueve, desde las políticas públicas, la construcción de proyectos de vida de lxs jóvenes? En este sentido, entendemos que la intervención estatal en materia de políticas públicas tiene una importancia vital y fundamental para la creación de espacios de ampliación de derechos.

En los relatos de lxs entrevistadxs observamos la centralidad de las políticas públicas a la hora de pensar espacios que promuevan la participación de las juventudes, en tanto sujetxs políticos. Las políticas públicas se percibían como una instancia fundamental desde la cual lxs jóvenes pueden contribuir a la construcción de una ciudadanía activa, emancipada, que contenga los valores y las visiones sujetxs jovenes históricamente relegados y silenciados.

Educación popular

Además, indagamos sobre las instituciones que sirven de marcos para las prácticas de rap y también sobre las dinámicas implementadas. Las prácticas de rap en instituciones encuentran también su punto de fuga, al constituirse en espacios colectivos, desestructurados, que piensan en la educación popular como la herramienta fundamental para la enseñanza. “Para esta rima, no hay prisión ni jaula. Hicimos de la esquina un aula” expresa una de las rimas de lxs jóvenes. A través de estos versos, las prácticas de rap hablan de otras verdades y nos introducen en nuevos conceptos y formas que poco hablan de formalidad y rigidez, o de jerarquías y estructuras. Hablan un lenguaje nutrido de lo diverso, lo distinto, y nos convoca a interrogarnos acerca de las estructuras de un sistema tradicional de enseñanza-aprendizaje.

De esta manera, ponen sobre la mesa la valoración del saber popular, el saber colectivo y la experiencia, como formas de construir métodos pedagógicos inclusivos. En este sentido, entendemos que el rap, en tanto práctica popular y comunitaria, difícilmente pueda ser encasillado dentro de los parámetros de la educación binaria y tradicional. ¿Quién me enseña a rapear? ¿Quién me enseña a escribir aquello que me atraviesa el cuerpo? ¿Quién me enseña a localizar, identificar y expresar mis vivencias más profundas? ¿Acaso alguien puede enseñarme todo esto? Paulo Freire y la educación popular estuvieron presentes en los relatos de nuestrxs entrevistadxs. Los referentes institucionales entrevistados, casi de forma tácita pero completamente perceptible, se posicionan en esta concepción. Palabras como “taller”, “educación tradicional”, “práctica comunitaria”, “saberes colectivos”, fueron moneda corriente en cada entrevista. Los relatos reflejaban además las limitaciones de la educación bancaria para el proceso de enseñanza-aprendizaje del rap.

De forma contraria, las experiencias con las que tuvimos contacto, tenían su acontecer en el marco de talleres. Una práctica tan heterogénea y libre como lo es la práctica del rap, no podía circunscribirse a un molde rígido que determinara e impusiera lineamientos que amenazaran su esencia: la libertad. Adoptar dicha metodología denota un claro posicionamiento político-pedagógico y se presenta como espacio construido en base a símbolos y significados fácilmente identificables, que hacen del taller una experiencia particular de aprendizaje. Es así que, en tanto espacio basado en el protagonismo de lxs participantes y la integración de la teoría y la práctica, el taller es una metodología apropiada para la generación de un proceso educativo basado en una concepción de pedagogía de la praxis (Gadotti, 1996).

El taller se presenta como territorio de disputa de sentidos, teniendo en cuenta que sus valores establecen una clara diferenciación con aquellos impulsados por la lógica de la educación bancaria. El individualismo, la competencia, no forman parte de su lenguaje, sino más bien el valor de lo colectivo, del encuentro, del reconocimiento de un otrx para la posible construcción de un nosotrxs. Tal como lo expresa uno de los referentes institucionales entrevistado: “ese espacio, que es un espacio también de juego, es un espacio para aprender, relacionarse, experimentar” (Gase, entrevistado).

Desde el lugar de implicancia que tiene el educador en el proceso de enseñanza-aprendizaje hasta los métodos y formas de crear, todo hacía referencia a la educación popular. “Las prácticas exceden el taller”, dice uno de los referentes institucionales. “Hay que salirse de la educación piramidal. Yo no tengo alumnos, yo tengo pares”, agrega otro referente entrevistado, productor musical y profesor de talleres de rap. Ambos entrevistados nos permiten comprender que, en determinados contextos, sostener un taller de rap está más relacionado a la creación de vínculos, a la democratización de la palabra y a la construcción de identidad, que al hecho de escribir un buen rap.

¿La forma en la que contamos nuestras experiencias es, en definitiva, fundamental? Sí. Pero estos relatos son construidos y transformados a través de un proceso colectivo de encuentro y de identificación con unx mismx y con le otre. La escritura de canciones aparece en un segundo momento, cargado de elementos complejos que deben sortearse, representando al mismo tiempo una práctica que se aprende haciendo.

De esta forma, impulsar el auto-reconocimiento de lxs oprimidxs, como sujetos productores de conocimiento válido, se vuelve uno de los ejes fundamentales de la educación popular. A través de ella, se estimula la democratización de la palabra, siendo ésta el medio primordial para el empoderamiento de sujetxs históricamente silenciadxs. Reconocer una historia, lograr describir el propio mundo, expresar una emoción, colectivizar un sentimiento o simplemente animarse a decir, forman parte del sentido transformador que implica la palabra en la educación popular.

Este sentido democratizador de la palabra es el que también está presente en las prácticas de rap, donde el poder del decir, entendido en su sentido político, es alimentado como esencial en esta expresión de arte. Esto motiva a lxs sujetos a reconocer y expresar sus propias verdades, emociones y sentires. Es aquí donde se presenta fundamental que este proceso se despliegue en espacios cuyas dinámicas promuevan la confianza de vivir y expresarse en libertad.

Instituciones territoriales

En nuestra investigación pudimos observar un marcado énfasis en la percepción de las instituciones territoriales como espacios seguros. Pudimos observar la conjugación de dos elementos centrales: la singularidad de las prácticas de rap y la configuración de un marco institucional que las aloja y promueve valores ligados al respeto, la contención y la escucha. Esta conjugación a su vez se consolida con políticas públicas orientadas a la construcción de subjetividades.

A su vez, estos espacios se presentan como oportunidad de materialización del encuentro con unx mismx y con otrxs. Es allí donde se abre un espectro de posibilidades de conexión con el deseo y con aquello que lxs jóvenes eligen hacer. Son lugares de referencia, de libertad, moldeados con las singularidades de quienes los habitan. Lxs jóvenes se apropian de estos espacios como territorio propio desde el cual dar la batalla colectiva por el derecho a soñar, proyectar, decir y hacer una sociedad que refleje los valores de sus convicciones.

La conformación de un espacio seguro, donde cualquiera puede decir, donde hay lugar para equivocarse, es tal vez uno de los aspectos más importantes y novedosos que hemos encontrado en esta investigación. El taller excede sus límites geográficos cuando se desarrolla en una institución o en una casa, constituyéndose en espacio de libertad, territorio exclusivo de expresión y producción donde asumir la palabra se traduce en el primero y último objetivo.

Quizás es este punto donde se vuelve más relevante la práctica del rap, porque se transforma en un discurso del oprimidx, un discurso que lxs jóvenes pueden asumir para infiltrarse en un sistema donde la producción de tales discursos se encuentra fuertemente controlada y manipulada. El discurso del oprimidxs se presenta, entonces, como resistencia a un disciplinamiento (Foucault, 1971) y a un destino predeterminado. Rompiendo con la idea de una realidad uniforme, deja entrever sus múltiples matices y exclama un mensaje que reivindica la pluralidad, la diversidad y la necesidad de narrar desde la vivencia y sentir personal, eso que ha sido negado y que fue contado por otrxs.

Si asumimos que, históricamente, el neoliberalismo ha dado batalla en relación a la conformación de una identidad individualizada (Carballeda, 2014), estas prácticas territoriales/barriales, atravesadas por el arte, constituyen formas materiales y concretas de resistencia a la soledad. La identificación con un otrx permite la creación de espacios que escapan a las lógicas modernas capitalistas: primero somos un grupo, una familia, luego somos raperxs. La colectivización de los saberes y la democratización de la palabra, abren lugar al acompañamiento, al encontrar en el rap una forma de expresión artística de todo esto que me está pasando y que no me pasa sólo a mí, sino también a mis compañerxs. El encuentro y la construcción de lazos sociales, en este sentido, constituye el punto de partida para pensarme y pensarnos como sujetxs sociales y políticos.

Conclusiones

Reflexionar sobre la categoría “proyecto de vida”, acerca de la cual no se encuentra mucho material bibliográfico, y en donde lo poco producido se enfoca en elementos que no resultan relevantes para esta investigación, supuso un gran desafío para nosotras. En nuestro trabajo de investigación, hemos abordado esta categoría desde las políticas públicas, la educación popular y el rap como expresión artística. También hemos realizado una conceptualización de la misma expresando nuestro posicionamiento en torno a lo que pensamos de los proyectos de vida. Sin embargo, sabemos que la realidad desborda cualquier marco conceptual y esto lo observamos muy claramente en el acercamiento a las voces de lxs jóvenes, lxs referentes, las historias, donde pudimos enriquecer debates, reafirmar posturas y reformular otras.

A partir del recorrido realizado en la investigación, pudimos distinguir dos visiones desde las cuales es posible pensar la implicancia de la práctica del rap en los proyectos de vida de lxs jóvenes. La primera de ellas se detiene en identificar las posibilidades laborales que presenta el rap, es decir, concebir esta práctica como un trabajo cuya finalidad última es la obtención de una remuneración económica. La segunda propone una lectura ligada a los aspectos emocionales, la recuperación de la experiencia y la valorización de la dimensión subjetiva, en torno a los procesos de vinculación de lxs jóvenes con esta expresión artística.

La primera visión está muy presente en lxs referentes institucionales y en lxs jóvenes con más trayectoria en el mundo del hip hop, al momento de hablar del rap y de las posibilidades de proyección, hacían referencia inmediatamente a las dificultades de subsistencia cuando alguien se dedicaba exclusivamente a esta actividad. Esta repuesta y esta visión se vinculan con el marco y la concepción tradicional de los proyectos de vida, asociados al estudio/trabajo. Obviamente, desprenderse de estas concepciones tradicionales que históricamente nos han moldeado, en donde nuestras proyecciones, deseos y sueños se encuentran sujetos a las reglas de juego del “sistema”, no es una tarea sencilla.

¿Cómo entender un proyecto de vida más allá de los términos de productividad, rentabilidad y ganancia? Ciertamente necesitamos de actividades que nos permitan acceder a un sustento económico aceptable. Sin embargo, lo que discutimos aquí no es esto, sino en qué pensamos cuando pensamos en proyectos de vida y si es posible pensar en otras alternativas. La investigación realizada nos permitió construir algunas posibles respuestas a este interrogante, al aportar una segunda visión en torno a la importancia del rap en la construcción de proyectos de vida. En esta visión entran en juego principalmente los significados que supone transitar la experiencia de la práctica del rap en la vida de cada joven raperx.

No existió relato en el que estuviera ausente el énfasis con que lxs jóvenes referenciaban las transformaciones que el mundo del hip hop trajo a su cotidianeidad. Abriendo la puerta a un universo de valores propios, para muchxs jóvenes el rap configuró formas nuevas de transitar sus vidas, de dialogar con su historia, de construir su propia identidad. “El rap es todo” es la expresión que sintetiza en pocas palabras la complejidad y la relevancia que adquieren estas prácticas para muchxs jóvenes, al impulsar estilos de vida que promueven el ejercicio de pensarse en el mundo inexorablemente ligados al compartir con otrxs, construyendo proyectos individuales y colectivos y fundamentalmente reflejando el derecho de practicar y de hacer aquello que unx elige, democratizando el derecho al goce.

Lo que hemos podido constatar con nuestra investigación es que el rap transforma la propia subjetividad, constituyéndose en una herramienta estratégica para pensarse a unx mismx y al mundo que habitamos. El rap impacta en el qué y en el cómo construir proyectos de vida. El rap cambia la percepción acerca de unx mismx, de mi historia y de mis pares. Por lo tanto, con la práctica del rap estaré “paradx en una posición diferente” para pensar mis posibilidades, incluso para volver a mis aspiraciones desde otro lugar. En este sentido, la mayor singularidad del rap tiene que ver con la forma de expresarse a través de las palabras, de convertirse en protagonista, de narrar nuestra propia identidad y construir nuestra historia mediada por el arte.

Por otra parte, también en nuestra investigación nos encontramos con situaciones en las que ambas visiones convergen. Muchxs de lxs jóvenes intentan seguir encontrando espacios donde puedan desarrollar la práctica del rap y que -a su vez- esta actividad se transforme en un trabajo remunerado. Observamos, por ejemplo, que algunxs se proponen como salida laboral poder replicar la experiencia del rap en otras partes de la ciudad, pensándose a ellxs mismxs como profesores. Estas aspiraciones tienen que ver no sólo con la concepción tradicional de proyecto de vida, sino con el objetivo de generar procesos de transformación social. Si algo nos ha permitido esta investigación es confirmar la importancia de revalorizar la práctica y el territorio como escenarios de conocimiento. Encontrarse con otros saberes, con otras voces, nos invita a repensar las verdades universales desde las cuales configuramos las valoraciones hacia nosotrxs mismxs y hacia lxs otrxs.

La juventud se presenta, desde una concepción tradicional, como aquel momento de la trayectoria vital en el cual se vuelve necesario pensar un proyecto a futuro. ¿Quién quiero ser? ¿Qué quiero hacer en mi vida? ¿Todxs tenemos las mismas posibilidades de elección? ¿Todas las decisiones, todos los caminos, tienen la misma validez? ¿Cuáles son las opciones de “futuro” que se me permite elegir? ¿El proyecto de vida se reduce al estudio-trabajo-familia? Sin embargo, nuestra investigación nos ha mostrado otros caminos posibles. Nos ha mostrado que podemos pensar en proyectos-otros. Podemos trabajar con subjetividades que desean y que necesitan lugares donde expresarse.

Consideramos que el Trabajo Social debe estar allí, acompañando estas aspiraciones, interviniendo en las políticas públicas con el fin de generar espacios que permitan otros proyectos de vida. Consideramos que es necesario dialogar con las juventudes, escuchar lo que dicen, observar su cotidianidad y sus proyectos, acompañando, promoviendo y generando condiciones para la construcción de espacios que sean habitados por sujtxs y subjetividades históricamente marginadas y excluídas, a las cuales no se les permitió habitar ni disfrutar de estos espacios vitales.

Referencias bibliográficas

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La perspectiva de géneros y la interseccionalidad en las prácticas de responsabilidad penal juvenil

Leila Zoe Slovacek[3]

Resumen:

El presente artículo se basa en una investigación realizada en el ámbito de la Facultad de Ciencias de la Salud y Trabajo Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata durante los años 2019 y 2020. Se busca problematizar las presencias y ausencias de perspectivas de géneros y de interseccionalidad en las intervenciones sociales realizadas por los profesionales del Centro Socio-Comunitario de Responsabilidad Penal Juvenil de la ciudad de Mar del Plata, en el marco del Programa de Construcción de Ciudadanía Responsable y de la legislación vigente en la provincia de Buenos Aires, Argentina. La problematización se realiza considerando categorías de análisis como prácticas profesionales, formación en perspectivas de géneros, representaciones e imaginarios sobre géneros e interseccionalidad, entre otras. Se busca repensar los aportes y conclusiones de la investigación con el fin de contribuir a enriquecer las intervenciones profesionales que se realizan desde el Trabajo Social.

Palabras clave: Intervención social; Responsabilidad Penal Juvenil; Perspectiva de Géneros; Interseccionalidad

Introducción

Los Centros Socio-Comunitarios (CESOC) son organizaciones creadas en el marco del “Programa de Construcción de Ciudadanía Responsable” del gobierno de la provincia de Buenos Aires, República Argentina. Tienen como misión promover la “rehabilitación social”[4] de les[5] jóvenes acusadxs de delitos y prevenir su reincidencia en la transgresión de la Ley Penal, a través de la implementación de una serie de medidas sustitutivas de la privación de la libertad, que se desarrollan en todas las fases del proceso. El Programa sostiene que les menores de dieciocho (18) años son personas que se encuentran atravesando una etapa de crecimiento y desarrollo. Por ello, las consecuencias jurídicas que devienen de la responsabilidad de sus actos siempre deben tener un fin socioeducativo. En este sentido, las medidas alternativas a la privación de la libertad se proponen alcanzar la inserción de les adolescentes en un proyecto de vida, enmarcado en principios de convivencia social, acordado a partir de acciones consensuadas con les jóvenes y tendiendo a recomponer su capacidad para desarrollarse como persona.

En este sentido, en el desarrollo de la investigación en que se basa este artículo surgieron una serie de interrogantes en torno a las prácticas de los profesionales del CESOC, en relación a cómo se hace efectiva la perspectiva de géneros en el ejercicio profesional, cuáles son los discursos e imaginarios acerca de la utilización del enfoque de géneros en el ejercicio profesional, cómo se visualiza la perspectiva interseccional en la intervención social, cómo adquirieron formación profesional y académica sobre la perspectiva de géneros y cuáles son las teorías de géneros que conocen les profesionales. De esta forma, para responder a estos interrogantes, en la investigación en que se basa este artículo se pudo reflexionar sobre las prácticas de los profesionales del CESOC; sobre la perspectiva de géneros presente o ausente en las prácticas de los profesionales; sobre las tensiones, resistencias, discursos e imaginarios que están presentes en el equipo de profesionales del CESOC respecto a la utilización del enfoque de géneros, como así también, conocer las teorías de géneros presentes en las trayectorias académicas y laborales de los profesionales y, por último, las presencias y ausencias de la perspectiva interseccional en la intervención profesional.

Coordenadas teóricas

La noción de géneros es diversa, heterogénea y con muchas concepciones que aportan distintas significaciones semánticas. Es necesario entonces poner en diálogo distintas perspectivas sobre los géneros, entendiendo que tanto éstos como los feminismos no son categorías unívocas. Igualmente es necesario evitar la adhesión a categorías binarias que generen exclusión y no contemplen la diversidad y/o la disidencia existente. En este sentido, el género como categoría posee múltiples significaciones y sentidos históricos, teóricos y políticos. Para Joan Scott, el género es una categoría de análisis que introduce una noción relacional y desde el punto de vista metodológico tiene dos enfoques diferentes: a) el tipo descriptivo, basado en la descripción de fenómenos o realidades, especificando las relaciones entre los sexos como relaciones sociales y b) el enfoque de tipo causal, basado en la naturaleza del fenómeno o realidad que busca comprender la forma del mismo (Scott, 1986).

Por otro lado, para De Laurentis (1987), el género es un proceso donde el poder y el conocimiento producen el sujeto material. La autora plantea que existe una doble dimensión del sujeto y de la identidad, donde se entrecruzan o intersectan las variables sexo, raza, edad, etnia, clase y estilos de vida, dando paso a la interseccionalidad de las distintas opresiones. Este proceso resulta de prácticas materiales y discursivas, que tienen un sentido positivo y regular (De Lauretis, 1987 en Martínez, 2009). Por su parte, Nancy Fraser (2000) sostiene que el género constituye una comunidad bivalente, en donde intervienen dimensiones económicas-políticas, que reflejan la división entre trabajo productivo y reproductivo. A su vez, existen dimensiones de valoración cultural, en donde se abordan elementos referidos a la sexualidad. Finalmente, resulta pertinente analizar los aportes de Martínez (2009) sobre el género. Según la autora, la construcción del género es entendida como una ficción reguladora cargada de significaciones sociales y culturales que son atribuidas a las mujeres y a los varones. Las mismas no se dan por fuera del patriarcado, sino que a través del mismo se producen y reproducen dichas significaciones (Martínez, 2009).

En esta línea, el género es incorporado, junto al sexo, la etnia, la nación, la clase y la edad, al análisis de la interseccionalidad, perspectiva superadora para comprender y abordar las múltiples opresiones. La idea de interseccionalidad desde los feminismos tiene su origen en la década de 1970 y es planteada por los feminismos negros, mujeres de color y chicanas, como crítica al feminismo blanco-académico-burgués. Dichos aportes son recuperados por las feministas descoloniales en América Latina a los fines de comprender las opresiones originadas a través de la colonialidad y visibilizar a aquelles cuerpos racializades desde un pensar-hacer situado. De esta manera, el concepto de interseccionalidad es entendido como una “manera particular de entender la ubicación social en términos de entrecruzamiento de sistemas de opresión” (Collins, 2000, p.299).

En este sentido, se incorpora a la investigación en la cual se basa este artículo el planteo del feminismo descolonial, que pretende visibilizar a aquellas mujeres racializadas, excluidas y violentadas por los diversos sistemas de opresión. El feminismo descolonial es entendido como la posibilidad de vencer la opresión de género racializada y capitalista, tal como lo entiende Lugones (2011) al plantear la categoría “colonialidad de género”. Considerando los procesos de colonización y las profundas huellas que marcó el colonialismo en Abya Yala[6], es fundamental recuperar los aportes del feminismo comunitario, el cual es comprendido desde un pensar situado, latinoamericano, que rescata las experiencias de las mujeres del movimiento zapatista en Chiapas, las mujeres cocaleras en Bolivia y las mujeres originarias de Guatemala.

El feminismo comunitario propone construir una sociedad basada en una comunidad de comunidades, que luche contra la globalización, el capitalismo y el neoliberalismo. Asimismo, este movimiento político reflexiona a partir de las prácticas y su categoría central es el entronque patriarcal, entendido como la fusión entre el patriarcado ancestral y el patriarcado colonial. Desde los aportes de Paredes y Guzmán (2014), los feminismos comunitarios plantean un movimiento que a través de la lucha busca eliminar el patriarcado, basándose en la memoria larga de los pueblos originarios. En este sentido, los feminismos comunitarios se configuran desde un pensar- hacer situado que plantea una despatriarcalización, una descolonización y la autonomía de los cuerpos y la sexualidad de las mujeres (Martínez, 2018).

De esta forma, las distintas significaciones y los diversos sentidos de los géneros, la interseccionalidad y los feminismos descoloniales y comunitarios, configuran categorías indispensables que se constituyeron en elementos de análisis para la construcción de la investigación y para el abordaje de la perspectiva de géneros en la intervención en lo social. Esta última, es abordada por Carballeda (2014), quien sostiene que, intervenir es hacer ver a les otres y su articulación con las instituciones, con el Estado y la desigualdad. De esta manera, a través de la intervención social, se deconstruye el padecimiento de lxs Otrxs, reconstruyendo la noción de Sujetx Americanx y elaborando una conexión entre Sujetx y cultura. Asimismo, la intervención atraviesa e inscribe una huella en aquel padecimiento, construye con lx Otrx, preguntas y respuestas en pos de generar resolución de los problemas, como así también, en la búsqueda de armar y desarmar las problemáticas ocasionadas por la desigualdad.

Por otro lado, la organización donde se realizó la investigación en la cual se basa este artículo, el CESOC de Mar del Plata (Buenos Aires, Argentina), constituye un dispositivo que trabaja con jóvenes entre dieciséis (16) y dieciocho (18) años que han transgredido la ley penal, proponiendo medidas alternativas a la privación de su libertad. Según un relevamiento realizado entre octubre 2018 y octubre 2019, esta población se compone en un 99 % por varones. De esta forma, es menester incorporar a las coordenadas teóricas presentadas, la noción de masculinidad, entendiendo a la misma como categoría fundamental que adquiere múltiples y diversos significados.

En primer lugar, cabe resaltar que el concepto de masculinidad hace referencia a aquellas configuraciones de prácticas estructuradas por relaciones de género, que son inherentemente históricas y cuya construcción y reconstrucción es un proceso político (Connell, 2003). De esta forma, la masculinidad es abordada como un concepto relacional que no es estático ni atemporal, sino histórico. Desde los aportes de Connell (2003) entender la masculinidad desde lo relacional implica comprender que las masculinidades no existen primero, y luego se relacionan con las feminidades, sino que ambas se producen juntas en el proceso que crea el orden de los géneros. Finalmente, abordar la masculinidad desde una perspectiva interseccional permite reconocer diferentes construcciones de masculinidades, según la clase, el territorio, la etnia y que, además, contemple las diferentes sexualidades como las Masculinidades gays o las Masculinidades disidentes.

Coordenadas metodológicas

Como se mencionó anteriormente, la herramienta elegida para la construcción y el desarrollo de la investigación en la cual se basa este artículo es la sistematización, la cual se constituye en una metodología que, a través de la integración de las distintas teorías que se presentan en la investigación y de la articulación teórico-práctica, provee la posibilidad de construir y narrar distintos relatos e historias, que no se observan ni aprenden en el ámbito académico sino en el territorio. La sistematización recupera la perspectiva de Fals Borda (1999), quien plantea la investigación-acción-participativa como una metodología que permite reflexionar a partir de la experiencia como punto de partida de la investigación.

De esta forma, la sistematización como metodología forma parte de la producción del conocimiento situado como propone Harding (2001), en donde les investigadores se encuentran históricamente posicionadxs y localmente situadxs. En ese sentido, la investigación se objetiva a través de una perspectiva latinoamericana desde un pensar-hacer situado, siendo que lx investigadorx no se constituye en unx merx observadorx objetive y políticamente neutral, situadx por fuera y por encima del texto (Martínez, 2009).

A su vez, la investigación realizada que sirve de base para este artículo incorpora la técnica de la entrevista, la cual según los aportes de Corbetta (2007) tiene como objetivo último comprender desde la perspectiva de le sujetx entrevistadx, conocer sus categorías, sus interpretaciones, sus discursos, sus acciones y sus percepciones. De esta manera, se realizaron entrevistas abiertas narrativas a las profesionales de la organización estudiada, el CESOC de Mar del Plata (Buenos Aires, Argentina).

Aproximaciones generales

En este apartado se expone una selección de los principales resultados obtenidos con el proceso de investigación llevado a cabo. En primer lugar, se retoma uno de los objetivos específicos de la investigación, vinculado a identificar las prácticas que realizan las profesionales del CESOC. En este punto, es fundamental destacar que estas prácticas tienen por objeto acompañar a les jóvenes en situación de conflicto con la ley penal en su proceso, tanto de inclusión social, como de responsabilidad subjetiva. Dicho acompañamiento implica colaborar con lxs mismxs en el proceso de problematización del hecho ocurrido en el marco de una medida judicial. En un segundo momento, se busca reflexionar acerca de las prácticas de las profesionales del CESOC desde una perspectiva de géneros. En este sentido, se realizó un relevamiento para delimitar la población del CESOC. Se incorporó el indicador de géneros y el relevamiento demostró que entre octubre 2018 y octubre 2019 ingresaron a la organización un total de ochenta y seis (86) jóvenes, en su casi totalidad varones ya que había una (1) sola mujer.

Es necesario destacar que lxs jóvenes que ingresan a la organización atraviesan por un período de sus vidas, la juventud, que constituye un momento clave en el proceso de construcción de identidad subjetiva, donde se plantea una orientación a determinadas pautas de comportamiento en cuanto al género. En esta línea, sostiene Núñez Noriega (2005) que “Existen diferencias de género en la comisión de infracciones, siendo los menores varones quienes cometen más infracciones, lo que es determinado en gran medida por la construcción de una identidad masculina que promueve la violencia y la exposición a riesgos como actitudes viriles a cambio de poder y estatus social” (p. 89).

Se observa que las conductas relacionadas a la transgresión se vinculan a la noción de pertenencia a grupos de pares, del barrio, del club, de la escuela, entre otros. En este sentido, se entiende que la manifestación de dichas conductas demuestra que la noción de virilidad masculina se relaciona estrechamente con la construcción de la identidad del joven varón. Asimismo, la realización de conductas delictivas en los jóvenes tiene que ver con la necesidad de reafirmación de la masculinidad de los mismos. A su vez, esta reafirmación, tanto de la masculinidad como de la noción de fuerza, aparece en los juegos entre varones, que se encuentran “(…) encaminados a demostrar resistencias al dolor, al miedo (…) a través de una serie de pruebas de las cuales se espera el reconocimiento de sus pares, para construir, de manera reflexiva, su propia imagen de sí mismos, como sujetos plenamente masculinos” (Núñez Noriega, 2005, p.97).

Resulta interesante destacar los aportes de Núñez Noriega, dado que se observa un correlato entre los presupuestos teóricos y la realidad del CESOC. En los últimos años, las cifras de mujeres con conductas transgresoras de la ley penal bajan de forma contundente. La presencia mayoritaria de varones en los dispositivos de responsabilidad penal juvenil, no sólo se vincula con la construcción de la identidad masculina y la cuestión de la virilidad, la fuerza y los históricos estereotipos patriarcales, sino también con la necesidad de ocupar el lugar del varón como proveedor de recursos materiales y la exposición constante a demostrar valentía, coraje, respeto, poder, reconocimiento.

En este sentido, la autora agrega que “(…) los varones son particularmente demandados, por ellos mismos y el grupo de pares, a mostrar que “ya poseen” los atributos socialmente exigidos de masculinidad. Este proceso implica la exhibición pública constante de esos atributos y expectativas de comportamiento, esto es, una serie de “pruebas” y “rituales de masculinización” (Núñez Noriega, 2005, p.97). Asimismo, las conductas de transgresión y la construcción de la masculinidad hegemónica se manifiestan también en los discursos e imaginarios que giran en torno a les jóvenes, a través de la apropiación de cuestiones como el uso de la fuerza física, el sentimiento de no tener miedo a enfrentar situaciones de riesgo, poseer el control sobre todas sus acciones y la función de proveer sustento económico a la familia.

Por otro lado, en relación a la noción que tienen lxs profesionales del CESOC sobre el género, se arriba a la conclusión que existe una noción unificada del género como construcción social. En este sentido, la perspectiva de géneros se manifiesta en las prácticas profesionales de manera incipiente, pero en construcción y formación. Se visualiza un claro conocimiento de los estereotipos de géneros y mandatos socio-históricos que avalan y legitiman la desigualdad entre los géneros. La perspectiva de géneros también se observa en el intento continuado de lxs profesionales por desnaturalizar y problematizar la masculinidad hegemónica.

En esta temática, se destaca la importancia de que el Trabajo Social continúe fomentando instancias de abordajes grupales, donde les jóvenes puedan problematizar las singularidades y subjetividades que conforman la construcción de su identidad desde una masculinidad hegemónica junto a un otro par, teniendo en cuenta que la mayoría de les jóvenes ingresan al CESOC por causas en poblado y en banda. Además, la perspectiva de géneros también se observa en la desnaturalización de lo heteronormativo. De las entrevistas realizadas surge que las profesionales buscan abordar la problemática sin coartar a les jóvenes su identidad u orientación sexual. El enfoque de géneros también se observa en las primeras lecturas que se hacen de les jóvenes cuando ingresan a la organización. Como se abordó en el desarrollo de la investigación, les jóvenes ingresan por oficios judiciales y, en muchos de los casos, estos oficios vienen acompañados de informes periciales o de informes producidos por otras instituciones o profesionales que mantuvieron abordajes con les jóvenes.

Por otro lado, en cuanto la formación académica y profesional que han recibido lxs profesionales del CESOC sobre la perspectiva de géneros, se visualiza una clara ausencia en la formación de grado, que tiene que ver con el momento histórico por el que han transitado la Universidad. En este sentido, la formación de las profesionales ha quedado supeditada a voluntades individuales. Las mismas han decidido por su propia cuenta realizar especializaciones o posgrados. En este punto es importante destacar que la decisión de formarse no ha sido por un mero interés personal sino más bien por una necesidad profesional.

Otro punto clave a destacar es que la formación en perspectiva de géneros que reciban las profesionales -tanto en las especializaciones o posgrados, como así también en posibles capacitaciones futuras que pueda llegar a brindar el CESOC- es deseable que contengan contenidos curriculares que aborden la perspectiva interseccional de las opresiones, para promover la construcción de un Trabajo Social descolonial y feminista. En este sentido, la perspectiva de géneros en la formación debe visibilizar las desigualdades étnicas, de clase y de géneros, la opresión de las mujeres y disidencias bajo un sistema hetero-cis-patriarcal. En este aspecto, se hace necesario pensar en descolonizar los saberes que atraviesan los planes de estudios de grado y posgrado, como también las instancias de formación, perfeccionamiento, actualización y capacitación de profesionales que realizan intervención social.

En relación a las ausencias y presencias de la interseccionalidad en las prácticas profesionales del CESOC, es dable mencionar que, en la primera lectura que realizan las profesionales sobre la situación de lxs jóvenes, se considera la perspectiva de géneros en la intervención profesional, como también la perspectiva de clase, ya que se tienen en cuenta las múltiples violencias que sufren les jóvenes a través de las desigualdades que les atraviesan. Se advierte que la interseccionalidad está presente en la intervención social pero no así en los aspectos teóricos de formación. Ninguna de las profesionales conocía en profundidad la teoría interseccional.

No obstante, se destaca la presencia de la perspectiva en las prácticas profesionales, ya que los enfoques de géneros y de clases son tenidos en cuenta a la hora de formular una posible estrategia de intervención o abordaje. De esta forma, es fundamental retomar los aportes de los feminismos descoloniales, comunitarios y latinoamericanos, dado que la descolonización de las prácticas y saberes a través de los feminismos contribuye a fortalecer y potenciar un Trabajo Social situado, abriendo paso a la senda que conduce a desarmar y transformar el sistema patriarcal.

Conclusiones

Con este artículo se ha intentado recuperar lo inesperado del proceso de construcción de conocimientos llevado a cabo con la investigación que sirve de base al presente. El inicio del proceso se realizó en el marco de la presencialidad y lo que se conoce como “normalidad”, situación que dio un giro de 180° grados en marzo del año 2020 con la pandemia de COVID-19 y el régimen de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio puesto en vigencia por el Gobierno Argentino en todo el país, tal como ocurría en el resto del mundo. Desde entonces, las prácticas de intervención social de les profesionales del CESOC se vieron atravesadas y condicionadas por la dialéctica de la presencialidad-virtualidad.

La investigación en la que se basa este artículo intentó recuperar aspectos fundamentales de las intervenciones sociales a través de la sistematización como metodología. En este sentido, visibilizar al otrx en lo que les profesionales plasman en la escritura constituye una forma de asumir un posicionamiento ético-político en las intervenciones profesionales. Es decir, por medio de la escritura como práctica, se deja una huella que se expresa a través de la palabra y constituye un fuerte mensaje de que el Trabajo Social interpela y repudia todo tipo de desigualdades sociales.

Una de las conclusiones que es necesario destacar en este artículo es que la perspectiva de géneros se encuentra presente discursiva y materialmente en las prácticas de intervención social de les profesionales del CESOC, aunque esté ausente en la formación y quede supeditada a la voluntad de cada profesional ya que -hasta el presente- no está plasmada en una política institucional. No obstante, se respiran buenos augurios ya que las profesionales destacaron con entusiasmo que la nueva gestión del CESOC contemplaría la perspectiva de géneros como uno de los ejes fundamentales en el proceso de construcción del nuevo proyecto institucional.

En este sentido, la ausencia de la perspectiva de géneros en la formación atraviesa completamente las subjetividades de las profesionales, quienes tampoco están exentas de los estereotipos de géneros. Por tanto, deconstruirse es una necesidad profunda y cotidiana que atraviesa a todxs por igual. Asimismo, se hace necesario resaltar que, si bien la intervención profesional es llevada a cabo primordialmente con jóvenes varones, también hay un pequeño porcentaje de mujeres. En esta línea de abordaje, los aportes de los feminismos se consideran indispensables para desnaturalizar aquellas situaciones de violencia de género que atraviesan y condicionan muchas veces a las jóvenes y las llevan a encubrir a quienes ejercen violencia contra ellas.

En esta misma línea, los resultados de la investigación en la que se basa este artículo dan cuenta de que existe una cierta naturalización de la división sexual del trabajo. Los roles asignados históricamente a las mujeres se vinculan a las tareas de cuidado en el ámbito privado, mientras que los hombres se destacan en la esfera de lo público. Este aspecto puede ser visto en los imaginarios sociales de las profesionales del CESOC cuando se hace referencia a la atribución de tareas a las madres de les jóvenes, quienes son consideradas sostén fundamental por estar “al pie del cañón” en las situaciones de crisis.

Otra conclusión importante que surge de la investigación en la que se basa este artículo, tiene que ver con la ausencia de debates en relación con la etnia y la raza. Esto puede vincularse al proceso de “argentinización blanca” que ha atravesado el país desde los tiempos de la inmigración masiva de los siglos XIX y XX. Los genocidios y las masacres fueron justificados históricamente con el argumento de la “limpieza étnica”. Desde la herida profunda de la colonización y la colonialidad, se justificó -como ejemplos- el exterminio de pueblos originarios en Argentina llevada adelante por la llamada “conquista del desierto” y la estigmatización selectiva de los cuerpos racializados seguidores de Juan Domingo Perón con la etiqueta “cabecitas negras” en 1945. Pero también el actual hostigamiento y discriminación de les jóvenes de sectores populares estigmatizados como “negros” o “negros de mierda”, lo que da cuenta de que la cuestión racial sigue más vigente que nunca.

Esto genera la necesidad de impulsar y (re)pensar los debates acerca de las nociones de raza y etnia en las profesiones que realizan intervención social. En este sentido, la perspectiva de la interseccionalidad constituye un enfoque superador, capaz de hacer visibles los cuerpos racializados, analizar los procesos históricos estigmatizantes por el color de la piel o el origen étnico y cuestionar y deconstruir la noción de blanquitud que atraviesa la sociedad actual. También resulta fundamental destacar los aportes de la perspectiva descolonial y situada para profundizar la construcción de nuevas instancias de formación, tanto en el Trabajo Social como en otras profesiones que realizan intervención social, con el fin de visibilizar las múltiples formas de opresión y violencias que padecen lxs sujetxs de la intervención.

Bibliografía

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[1] Licenciada en Servicio Social. Universidad Nacional de Mar del Plata.

[2] Licenciada en Servicio Social. Universidad Nacional de Mar del Plata.

[3] Licenciada en Servicio Social egresada de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

[4] El término “rehabilitación social” es puesto entre comillas porque figura textualmente de esa forma en la legislación que regula el funcionamiento de los CESOC. La autora de este artículo no adhiere al concepto, porque la noción de “rehabilitación” proviene del denominado Enfoque de Situación Irregular y del antiguo Régimen de Patronato, perspectivas que son anteriores a la Ley de Promoción y Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, vigente en Argentina desde el año 2005.

[5] El presente artículo intenta contener un lenguaje inclusivo y no binario. La pretensión es aportar a la ciencia desde un lenguaje que libere y no encierre en estereotipos marcados. En el desarrollo del mismo se encontrarán femeninos, masculinos, “x”, barras de el/la, entre otras formas que convocan a ser leídas y alientan a una deconstrucción que debe verse como un lenguaje que libera y no oprime.

[6] Nombre originario del continente americano antes de la invasión colonizadora europea.