APORTES DESCOLONIALES Y ANTIPATRIARCALES EN EL CAMPO DE LAS NIÑECES Y JUVENTUDES: SISTEMATIZACIÓN DE INTERVENCIONES SOCIALES SITUADAS DESDE EL TRABAJO SOCIAL

Maria Sol Moncla[1]

Manuela Fonseca Pinheiro dos Santos[2]

Resumen

El presente artículo tiene como objetivo presentar una sistematización de prácticas en el campo de las niñeces y juventudes. Se realiza un breve recorrido teórico por la perspectiva descolonial, con el fin de abrir caminos no sólo para deconstruir el proceso de colonización presente en las ideas de “infancia” y “adolescencia”, sino también para apostar por las ideas de “niñeces y juventudes” como posibilidad de superación del carácter subalternizante de esas ideas. También se hace un recorrido por los debates sobre los derechos humanos y cómo estos han producido un cambio de paradigma en el campo de las niñeces y juventudes en Argentina, posibilitando intervenciones con niñxs y jóvenes desde el reconocimiento como sujetxs de derecho. Asimismo se hace un recorrido por los aportes de la perspectiva de género, con el fin de problematizar los dilemas éticos y políticos presentes en la intervención del Trabajo Social en el campo de las niñeces y juventudes. Desde este recorrido se entiende que es necesario seguir profundizando las problematizaciones sobre las prácticas en el campo de las niñeces y juventudes, en el sentido de seguir construyendo conceptualizaciones e intervenciones que dan cuenta de la realidad compleja y diversa que atraviesa nuestro país y nuestra América.

Palabras claves: Niñeces. Juventudes. Trabajo Social. Sistematización. Descolonialidad.

Introducción

En Trabajo Social, a diferencia de las demás disciplinas de las ciencias sociales, la producción de conocimiento está íntimamente relacionada con la praxis profesional y disciplinar. Nuestra formación permanentemente involucra un proceso de articulación constante entre la teoría y la práctica, entre intervención e investigación, donde la producción de conocimientos resultante de este proceso puede ser conceptualizada como sistematización. Ghiso (2011) reconoce la sistematización como una “construcción colectiva de conocimientos sobre el quehacer, orientada a extraer aprendizajes, compartirlos y cualificarlos” (p.5 y 7).

Para Cifuentes Patiño (2015) la sistematización consiste en una “reflexión e interpretación crítica sobre las prácticas desde las prácticas” (p.138). Por su parte, Meschini (2018) también entiende la sistematización como una alternativa metodológica no positivista, que posibilita una producción de conocimiento que reelabora críticamente lo vivenciado en las intervenciones sociales. Nosotras entendemos la sistematización como un proceso de reflexión, interpretación y problematización de las prácticas, que resulta en la reconstrucción de los saberes sobre las mismas. Como señala una de las autoras mencionadas,

(…) quien sistematiza se sitúa frente a la tarea de interpretar lo ya interpretado, lo mediado por el lenguaje, de buscar comprender productos o procesos humanos desde miradas que, recuperando el sentido particular de ellos, permitan a la vez insertarlos en una trama mayor de la experiencia humana, que se define de manera colectiva. (Cifuentes Patiño, 2015, p.145)

Reconocemos que en razón del tiempo que demanda a lxs trabajadores sociales las prácticas territorializadas, la precarización laboral que la profesión atraviesa y también la desvalorización de la sistematización en el campo científico, estas sistematizaciones en ocasiones quedan inconclusas, por las demandas cotidianas emergentes en las diversas instituciones que trabajamos. Como forma de romper con estas barreras y estigmas, nuestro trabajo se constituye en una sistematización que es producto de los procesos de formación permanente, intervención social situada, docencia, investigación y extensión que nos atraviesan y nos hacen repensar de forma crítica no sólo la realidad y la intervención social, sino las teorías con las cuales nos nutrimos y que nos acompañan en estos procesos cuando trabajamos en el campo de las niñeces y juventudes en diferentes contextos.

Con estas aclaraciones, este trabajo tiene como objetivo sistematizar nuestros procesos de intervención social en el campo de las niñeces y juventudes, problematizando nuestras prácticas desde los aportes de la perspectiva descolonial, del enfoque de derechos humanos y del enfoque de género. Así, primeramente haremos un breve recorrido teórico por algunos aportes de la perspectiva descolonial, con el fin de abrir caminos no sólo para deconstruir procesos de colonización que están presentes en las ideas de “infancia” y “adolescencia”, sino también para construir las ideas de “niñeces” y “juventudes”, como posibilidad de superación del carácter subalternizante que tienen esas ideas. Luego nos referiremos a cómo la emergencia de los derechos humanos ha producido un cambio de paradigmas en el campo de las niñeces y juventudes en Argentina y cómo amplió los caminos para la intervención con niñxs y jóvenes desde el reconocimiento como sujetxs de derecho, analizando también algunos dilemas éticos y políticos para el Trabajo Social, que serán problematizados desde el enfoque de género en el último apartado.

Descolonizando las ideas modernas de infancia y adolescencia

Los aportes de la perspectiva descolonial, que se articulan también con los aportes del pensamiento postcolonial, del pensamiento crítico latinoamericano, del pensamiento afrodiaspórico, de las epistemologías originarias y del sur y de los feminismos del sur , nos llevan a cuestionar el pensamiento eurocentrado, que ha construido no sólo diversas categorías de análisis de la realidad, sino que ha influido en las experiencias culturales, de vida y de lucha de los diversos sujetxs colectivos. El eurocentrismo inaugurado con el proceso de invasión, conquista y colonización de Abya Yala ha ocultado durante siglos el otro lado de la modernidad: la colonialidad del poder, del ser y del saber, que instaura la clasificación social de la población bajo la idea de la raza, el control del trabajo y de las subjetividades no-europeas (Quijano, 2000).

Para Quijano, y también para las corrientes de pensamiento nombradas, la colonialidad es la otra cara de la modernidad. Ambas se conforman como dependientes y articuladas, pero desde una racionalidad que a su vez ubica a la modernidad europea en el centro y direccionando la historia, silenciando y ocultando todos los demás procesos históricos que no derivan de la trayectoria histórica europea. Conjuntamente con la colonialidad del poder, del ser y del saber, está la colonialidad de género, ya que este proceso también afirma el carácter patriarcal, binario y heternormativo de la modernidad (Lugones, 2008).

En este sentido, estas corrientes de pensamiento nos invitan a repensar tanto nuestra historia como nuestras categorías y conceptos, las cuales han obturado no solo la forma de comprensión de la realidad desde el proceso de conquista y colonización, sino también nuestras propias intervenciones políticas y profesionales en esta realidad. Entre los aportes de estas perspectivas, para comprender y construir intervenciones sociales, está la necesidad de pensar de forma situada y reconociendo la pluralidad de sujetxs, rompiendo con la concepción generalizadora de estos (Carballeda, 2013). Es decir, la producción teórica de las ciencias sociales y humanas, ha construido sus categorías desde una idea de sujeto universal, que parte de los procesos y trayectorias de lxs sujetxs del Norte Global.

El primer sujeto de esta matriz de pensamiento ha sido el hombre blanco aristocrático o burgués. Con la emergencia de las teorías críticas, el sujeto pasa a ser pensado en clave de trabajador varón, blanco, y los conceptos y categorías pasan a abstraer los procesos de opresión, explotación y resistencia que los atraviesan. Estas teorías pasan a ser cuestionadas ya desde el siglo XVIII, por la crítica del androcentrismo en que se basan, construida por los feminismos. Otras nuevas categorías y conceptos van ampliando el análisis de experiencias de sujetxs que no pueden contribuir al mundo productivo, como son lxs niñxs, las personas con discapacidad y lxs ancianxs.

Aunque podamos identificar teorías críticas que cuestionan los procesos de explotación y opresión de lxs diferentes sujetxs, lo que observamos desde el Sur Global, es que las conceptualizaciones siguen derivando de las experiencias y trayectorias del Norte. Esto es lo que pasa con las ideas de infancia y adolescencia, las cuales emergen con el pensamiento ilustrado y el avance de la industrialización y el capitalismo. Lxs sujetxs pasan a ser divididos entre productivxs e improductivxs, donde los productivxs son aquellxs que pueden vender o comprar la fuerza de trabajo y los improductivxs todxs aquellxs que no cumplen ningún rol en el desarrollo de la producción. La vida pasa a ser dividida en franjas etarias aptas o no para la producción, y también entre géneros aptos o no para la producción.

En este contexto, las ideas de “infancia” y “adolescencia” pasan a ser teorizadas, partiendo ya de una etimología que subalterniza estos momentos de la vida donde la primera significa “sin voz” “mudx” “que no sabe hablar” y la segunda se ha dado históricamente a través del verbo castellano “adolecer” que tiene el significado de carecer, faltar algo, y se lo hace derivar de dolesco, afligir, dolerse, caer enfermo. Son estas ideas las que marcarán y guiarán la concepción de que estxs sujetxs no son sujetxs de derecho, sino que deben ser tuteladxs por lxs adultxs pensantes. Con eso, desde las ciencias sociales, la psicología, las ciencias de la educación y la ciencia médica, pasan a ser elaboradas diferentes teorías sobre el desarrollo infantil, las cuales parten del análisis de los procesos de infancia y adolescencia del Norte Global, como son, por ejemplo, las teorías de Rosseau, Freud, Piaget, Vigotsky y otros.

Aunque este último autor considera que la cultura y los procesos históricos influyen en el desarrollo infantil, los estudios de los demás se construyen desde los procesos del Norte Global y reproducen las ideas eurocéntricas de universalidad de lxs sujetxs sin considerar la historia. Esto es emblemático en los escritos de Rousseau, porque mientras en 1762 escribía sobre la infancia, la familia y la educación desde Europa, en Nuestra América esta infancia era negada por la esclavitud y la servidumbre, ya que lxs niñxs eran lxs perqueñxs bárbaros a ser civilizadxs. Estas conceptualizaciones han sido fundamentales para la afirmación de la responsabilidad materna, porque la idea de existencia de unx sujetx sin voz, necesariamente requiere de un otrx que se responsabilice y hable por él/ella y, en este sentido, desde la lógica moderna patriarcal se afirma el papel materno en la crianza de lxs niñxs, ubicando al padre -varón blanco, burgués o trabajador- en un papel secundario en este proceso. La frase de Rousseau “Sin madre no hay hijo” expresa esto, ya que oculta el papel del padre (Rousseau, 2000, p.23).

En virtud de estas reflexiones, reconocemos que en el Sur Global se tiene poco conocimiento sobre la historia de la infancia y la adolescencia, y que además fueron marcadas por procesos de violencia, servidumbre y esclavitud. Si lxs sujetxs adultxs racializados y esclavizadxs durante siglos quedaron subsumidos a la idea de sujetx universal o entonces subalternizadxs y categorizados como bárbaros, lxs sujetos “no hablantes” o “en sufrimiento” también han sido olvidadxs. Sabemos muy poco de estas experiencias, no sabemos cómo los procesos de explotación y opresión produjeron otras subjetividades en lxs niñxs y jovenes que vivieron la servidumbre y la esclavitud.

Cabe entonces la necesidad de problematizar estas concepciones de infancia y adolescencia: ¿No interesaba saber cómo estas etapas de la vida fueron vivenciadas por lxs niñxs y los jóvenes condenadxs de la tierra? Estxs sujetos racializados y violentadxs: ¿Han tenido derecho en algún momento de vivir la infancia y la adolescencia pensada desde el Norte Global? ¿Quién se responsabiliza por estas infancias negadas? ¿Qué otras concepciones de adolescencia e infancia existen que pueden dar cuenta de estos otros procesos?

A partir de los pocos estudios sobre estas experiencias, reconocemos que la infancia de estxs sujetxs estuvo marcada por procesos particulares de violencia, explotación y opresión, procesos por los cuales lxs niñxs y jóvenes del Norte Global no han transitado. Experiencias que en razón de la colonialidad del poder, del ser, del saber y del género aún siguen impresas en los cuerpos de las niñeces y juventudes de Nuestra América. Es en este sentido que cobra importancia cuestionar y romper con las categorías de infancia y adolescencia construidas desde el Norte Global y empezar a construir de manera situada nuevas concepciones desde el Sur Global, que den cuenta de esta diversidad de vivencias que son marcadas por procesos históricos particulares.

La apuesta que hacemos es que las ideas de “niñeces” y “juventudes”, que se vienen trabajando desde diferentes perspectivas en el Grupo de Trabajo de CLACSO “Infancia y Juventudes”, en el “Programa Juventud” de FLACSO, y por autorxs como Duschatzky (2000), Elias (2001), Margulis (2008), Chavez (2009), Fazzio (2010) y Reguillo (2012), entre otrxs, nos permiten hacer este ejercicio de descolonización, ya que estas expresiones no han sido capturadas por la Ilustración y solamente han sido conceptualizadas clasificando a estxs sujetxs desde las lógicas eurocéntricas y adultocéntricas. La propia etimología de infancia y adolescencia es incierta y se constituye en una unión de expresiones que subalternizan a estxs sujetxs.

Las ideas de niñeces y juventudes como apuesta conceptual descolonial

Pareciera que nuestra historia impone el pensar desde la concepción de la infancia. Tantas veces escuchamos, leímos y resuena este término, este concepto, esta categoría social en diversos ámbitos: familiares, sociales y académicos. A partir de nuestra trayectoria de formación y de intervención social, donde reconocemos la heterogeneidad de nuestra historia y del actual contexto socio-cultural-político-económico, nos posicionamos y militamos desde la concepción de niñeces. Tomamos los aportes de Norbet Elias (2012) quien nos lleva a reconocer las individualidades de cada niñx, de cada familia y contexto, diferenciándolos y no homogeneizando, nos invita a pensar desde lo plural.

¿Qué implica pararse, posicionarse, mirar desde aquí? Implica reconocer la individualidad de cada niñx, su historicidad; su grupo de pertenencia, familiar o no; su barrio; su identidad; sus potencialidades y también sus vulnerabilidades. Pararse desde aquí implica no homogeneizar. Es reconocerlxs como sujetxs de derecho y respetarlxs. De igual manera, tampoco la juventud es igual para todos los grupos sociales. No debería pensarse de la misma forma en y para todxs lxs jóvenes. Por lo tanto, se vuelve necesario hablar de juventudes. Algunxs autores hablan de la juventud como una etapa que va de 16 a 24 años, otros de 15 a 21 años, pero nosotras elegimos no definir ni encasillar cronológicamente, sino problematizar esta mirada en base a historias de vida, biografías, oportunidades y posibilidades. Mariana Chaves al respecto, plantea que

El punto de partida es la visión de la y el joven como seres en relación. El /la joven como actores sociales completos, inmersos en relaciones de clase, de edad, de género, étnicas, cuyo análisis corresponde ser encarado desde una triple complejidad: contextual: espacial e históricamente situado; relacional: conflictos y consensos; y heterogénea: diverisdad y desigualdad. (Chavez, 2009, p.37).

A estas ideas de “niñeces” y “juventudes” nos parece fundamental sumar los aportes de los feminismos negros, que nos traen la idea de interseccionalidad, donde clase, raza/etnia, género y sexualidad, atraviesan las vidas de lxs sujetxs, interseccionando explotaciones y opresiones capitalistas, racistas y cis-heteropatriarcales (Akotirene, 2018). Estas opresiones recaen sobre los cuerpos de las niñeces y juventudes de distintas formas. Construyen subjetividades diversas y posibilitan diferentes experiencias de ser niñx y ser joven. Así, según Lagarde (1996), pensar desde las perspectivas feministas, permite y posibilita nombrar de otras maneras lo ya conocido y ampliamente trabajado. Hace evidentes hechos ocultos y les otorga otros significados. Esto incluye el propósito de revolucionar el orden de poderes entre los géneros, las razas y las etnias, y con ello la vida cotidiana, las relaciones, los vínculos, los roles y los estatutos de niñxs y jovenes, mujeres y hombres cis, trans, blancos o de color. Abarca también la idea de desestabilizar y cambiar la sociedad, las normas, las creencias, el Estado y también -por qué no- agregar las funciones maternas y paternas.

Desde este pensar situado es que parte nuestro aporte de descolonizar las ideas de infancia y adolescencia. El campo de niñeces y juventudes históricamente ha sido atravesado por miradas prejuiciosas, rígidas y adultocéntricas. Cuando nos posicionamos desde esta perspectiva situada e interseccional, buscamos evidenciar la historia silenciada de estxs niñxs y jóvenes e interpelar los actuales roles, funciones, relaciones y estatutos creados para reproducir determinadas formas de ser y de actuar desde el deber ser. Este deber ser tan instalado en nuestra sociedad, desde el cual se mira, se juzga y se evalúa las dinámicas familiares y las funciones, principalmente maternas.

Con esto entendemos que estas categorías teóricas implican nuevas formas de mirar, comprender, pensar e interpelar las relaciones que se construyen entre las niñeces y juventudes y los territorios e instituciones, considerando un eje transversal para el Trabajo Social y las intervenciones en lo social. Ahora bien, lejos de pensar las ideas de forma estática, lo que nos proponemos es poder poner en escena algunos aspectos de esta temática cuando ésta se objetiva en Argentina por medio de las políticas públicas y los derechos humanos.

Las niñeces y juventudes desde el enfoque de Derechos Humanos en Argentina

Si bien reconocemos que la idea de Derechos Humanos viene de una construcción también atravesada por miradas y experiencias eurocéntricas, es esta perspectiva que contradictoriamente hoy impone a los Estados-Nación la responsabilidad en garantizar una serie de condiciones de vida mínimas para lxs diversxs sujetxs sociales que habitan su territorio, como son lxs niñxs y lxs jóvenes. Este enfoque institucional, crítico y transformador de las responsabilidades del Estado, tiene como objetivo reconocer principios básicos para la vida humana, aportando también a la superación de la visión de las personas como beneficiarias de las políticas públicas proyectadas por el Estado, y entendiéndolas como sujetos titulares de derechos (Carballeda, 2016).

Podemos observar esta transformación cuando analizamos las leyes y políticas públicas de Argentina, dirigidas hacia las niñeces y juventudes, ya que a partir de la sanción de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1989), comenzaron las primeras transformaciones en nuestro país en relación al Paradigma de la Situación Irregular que regía, cuya representación social era la idea del niñx como menor/objeto. La Ley Agote en 1919 es la expresión máxima de este paradigma, donde según Mary Beloff (2009), lo tutelar surge como protección y lo correccional como curación a aquellos sujetos “desviados” o “peligrosos” para la sociedad. Lxs niños, niñas y jóvenes eran considerados como objetos. Las niñeces eran fragmentadas, ya que esta tutela iba dirigida a los “menores”, los cuales eran los pobres y los locos. Lxs menores que por su condición debían ser “asistidos y tutelados”.

Los que eran considerados niños eran los que vivían en una condición de privilegio económico. Aquí se vislumbraba una fragmentación en las niñeces, entre los que tenían derechos y los que debían ser encauzados. El Paradigma de la Situación Irregular, en consonancia con la propia idea de infancia que afirma lxs “sin voz” y reproduce la colonialidad, consistía en pensarlxs como un riesgo o peligro moral para la sociedad, y ahí el deber del Estado de intervenir para correccionar. Las opiniones de lxs niños, niñas y jóvenes eran irrelevantes durante el proceso de judicialización y, por lo tanto, también la de sus familias. La figura del Juez ganaba centralidad como “buen padre de familia”, centralizando y decidiendo por este “menor” y su contexto, en todos los ámbitos de su vida.

Con la emergencia de la perspectiva de Derechos Humanos, la Convención Internacional de los Derechos del Niño, la Ley Nacional 26.061 y Decretos Reglamentarios; la Ley 13.298 de Provincia de Buenos Aires sobre Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños y el decreto reglamentario 300/05; la Ley 13.634 de Provincia de Buenos Aires y los principios generales del Fuero de Familia, del Fuero Penal del niño, el Decreto 151/07, el Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil y las Resoluciones 166/07, 171/07 y 172/07 del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad de la Provincia de Buenos Airs, el Paradigma de la Situación Irregular en Argentina se ve puesto en cuestión y se empieza a construir el llamado Paradigma de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Jóvenes.

Estas transformaciones habilitan a pensar y reivindicar acciones institucionales donde lxs sujetxs pasan a ser sujetxs de derechos, incluyendo a lxs niñxs y jóvenes, los cuales también dejan de ser beneficiarixs y tuteladxs. Las niñeces y juventudes pasan a ser integrales: todxs son niñxs y jóvenes con los mismos derechos. Sus voces y opiniones pasan a ser escuchadas, potenciando el interés superior de ellxs. El rol de la familia pasa a ser fundamental: debe ser escuchada, respetada y tenida en cuenta durante todo el proceso previo y si fuera el caso, de institucionalización. También cambian los enfoques y competencias de los poderes Judicial y Ejecutivo, impactando también todo esto en el Trabajo Social como profesión y disciplina.

Es en razón de estas transformaciones que lxs profesionales del área social pasan a cumplir un rol protagónico para garantizar este cambio de paradigma: construir intervenciones emancipadoras, democráticas y horizontales, dentro de un sistema marcado por una historia de control y subalternización no sólo de lxs niñxs y jóvenes, sino de las propias familias, cuyas funciones maternas y paternas son evaluadas e históricamente clasificadas como negligentes. Esto coloca la intervención profesional en un elevado nivel de complejidad y dilema ético y político. Por un lado, lxs niñxs y jóvenes están atravesando situaciones de vulneración de sus derechos, siendo nuestra responsabilidad velar y garantizarlos. Por otro lado, sus padres y madres también son atravesados por historias de vida marcadas por la vulneración de derechos, violencias e incluso experiencias de niñeces y juventudes que fueron atravesadas por el Paradigma de la Situación Irregular, donde ellos también fueron los menores sin voces del pasado.

Ante esta complejidad ética y política, pensamos que la perspectiva descolonial y el enfoque de género nos brindan aportes para problematizar estas contradicciones que interpelan la intervención en Trabajo Social, y en razón de esto nos parece importante señalar algunas reflexiones que surgen de nuestras propias experiencias de formación académica y profesionales en el campo de niñeces y juventudes, tensionando con el enfoque de género.

Problematizar la intervención en Trabajo Social en el campo de las niñeces y juventudes desde el enfoque de género

El Trabajo Social como disciplina y profesión indisciplinada, como señalan Martínez y Agüero (2014), nos habilita a interpelar no sólo las teorías, sino nuestras prácticas profesionales: reflexionamos, construimos espacios de intervención y problematizamos desde nuestras experiencias en territorios e instituciones en pos de una praxis emancipadora. Este ejercicio constante en el campo de las niñeces y juventudes nos interpela a reflexionar sobre cómo el género atraviesa nuestras acciones, corporalidades y discursos en el devenir de la intervención, ya que, pese al avance en la escucha de las voces de lxs niñxs y jovenes, entendiéndolos como sujetxs de derecho, aún seguimos reproduciendo prácticas cis-heteropatriarcales cuando trabajamos en diferentes situaciones de vulneración de sus derechos. En razón de esto, señalaremos algunos de los dilemas éticos y políticos que atraviesan nuestras prácticas, con el fin no sólo de reflexionar sobre ellos, sino de impulsar cambios en la intervención.

Son diferentes los discursos y acciones que circulan sobre el enfoque de género en el campo de las niñeces y juventudes. Entre estos están aquellos relacionados al derecho a la identidad de género de niñxs y jóvenes y la defensa de la libertad de vivir sin seguir los mandatos binarios de la heteronormatividad obligatoria. En diferentes espacios institucionales aún se observan la reproducción de prejuicios, estereotipos, etiquetas, derivaciones psicológicas y dificultades de aceptación por parte de la familia, siendo necesario cada vez más espacios de capacitación y la aplicación de la Educación Sexual Integral (ESI) en todo tipo de institución, no sólo las educativas, sino también las socio-asistenciales/territoriales. Aunque reconocemos éste como un tema urgente y convocante, optamos por problematizar la relación entre protección y desprotección a lxs niñxs y jóvenes desde el enfoque de género.

En este sentido, en el campo de las niñeces y juventudes somos convocadxs a trabajar en diversas instituciones, servicios y organismos, cuando existe una vulneración de derechos de lxs niñxs y jóvenes. En el circuito administrativo formal, la presentación de situaciones de vulneración de estos derechos en los casos en que lxs adultxs responsables no puedan garantizarlos, puede ser realizada por cualquier institución o actor social, ya que desde el nuevo paradigma de Protección Integral la sociedad como un todo es responsable. La vulneración que nos convoca, la gran mayoría de las problemáticas que llegan al Sistema de Niñez Local, está atravesada por situaciones de violencia, ya sea verbal, física, directa o entre adultxs convivientes, y abuso sexual infantil y negligencia, haciendo que la intervención no sea pensada solamente con lxs niñxs y jóvenes, sino también con sus familias.

Es principalmente en la intervención con las familias de lxs niñxs y jóvenes donde observamos la reproducción de prácticas que aún normalizan lógicas cis-heteropatriarcales. Lxs niñxs y jóvenes tienen sus derechos vulnerados, sus voces son escuchadas y las instituciones accionan para garantizar su protección. Desde el Paradigma de Protección Integral, las voces de las familias también pasan a ser escuchadas en este proceso, ya que la propia ley señala su papel y protagonismo en la resolución de las situaciones de vulneración de derecho. Sin embargo, es en este proceso de escucha de las voces de lxs adultxs responsables que observamos la reproducción de estas lógicas cis-heteropatriarcales, ya que inmediatamente el foco de la intervención pasa a ser la responsabilidad materna.

El Paradigma de Protección Integral aún no ha podido romper con los imaginarios y prácticas que ubican a la madre como protectora por excelencia, contribuyendo a la naturalización e invisibilización del padre en la protección de lxs niñxs y jóvenes. Si la Ilustración y la modernidad eurocéntrica han creado la idea de infancia y adolescencia, también han consolidado las ideas y prácticas patriarcales donde la madre no es sólo la principal, sino la única responsable de la crianza de estas personas sin voz y en crecimiento, como es posible ver en los escritos de Rousseau, el filósofo de la Ilustración, quien en 1765 no solo pensaba a lxs niñxs como infantes sin voz, sino que depositaba en la madre toda la responsabilidad de la crianza de estxs sujetxs, vaciando por completo la función paterna.

Estas prácticas y discursos, que tienen origen en procesos históricos y culturales, aún se ven reflejadas en las actuales prácticas cotidianas de “citación” a la madre. Si la madre se ausenta, se la cuestiona con discursos prejuiciosos, despectivos y desamorados. Como si ésta estuviera rechazando un mandato social que tiene que cumplir a la perfección, porque si no, si se equivoca, si expone a situaciones de culpabilización. Sin importar la historia familiar ni su biografía, es etiquetada como “mala madre”. Mientras que la ausencia del padre se naturaliza desde las propias prácticas profesionales. Si el padre, hombre, no aparece en el proceso de intervención, pareciera no importar, ya que hay una especie de acostumbramiento y naturalización de la función paterna ausente o invisibilizada en las familias.

Con la intervención, se restablece el derecho de lxs niñxs y jóvenes, pero se culpabiliza a la madre por la vulneración, a la vez que se garantiza al padre el derecho al abandono y la negligencia, reproduciendo las lógicas patriarcales de las leyes y el derecho (Segato, 2013). Lxs niñxs y jóvenes protegidos son aquellxs cuyas madres van a las reuniones escolares, ayudan con las tareas, responden al equipo de orientación escolar, llevan a sus hijxs a controles médicos, a vacunarse y en casos de urgencia. Es decir, son aquellxs cuyas madres asumen este rol exclusivo de protectoras, que ha sido instaurado desde lógicas machistas y patriarcales hace siglos, en un contexto histórico y espacial específico.

Es así como se instaura un dilema ético y político, ya que -por un lado- está la necesidad de responder a la vulneración de derechos de lxs niñxs y jóvenes, acción que se hace efectiva, y -por otro lado- está la exclusiva responsabilización de la madre en esta vulneración, quedando eximido el padre de asumir cualquier responsabilidad. Por estas razones, son necesarias intervenciones que a la vez que restituyan los derechos de lxs niñxs y jóvenes, posibiliten procesos de reflexión y comprensión de que la responsabilidad de la madre en esta vulneración no viene de una incapacidad de ser madre o de un accionar violento y negligente, sino más bien de la imposición de una lógica de cuidado de lxs niñxs que ubica exclusivamente en la mujer la responsabilidad por la protección integral de ellxs.

Sin embargo, esta imposición de responsabilidad exclusiva a las madres no siempre podrá ser cumplida, en razón de sus propias historias de vida e incluso por sus propias experiencias de niñeces y juventudes atravesadas no por la vulneración, sino por la propia inexistencia de derechos, considerando que las niñeces y juventudes de muchas de estas mujeres están marcadas por los discursos y las leyes del Paradigma de Situación Irregular. Esto también nos muestra la necesidad de romper con la idea de infancia y adolescencia como una etapa de la vida marcada por la edad, y empezar a entender las niñeces y juventudes como procesos que son vivenciados de diferentes maneras, según el contexto histórico, espacial y las intersecciones que atraviesan los cuerpos.

Además, en el campo de las niñeces y juventudes, una de las problemáticas que más se identifican en los últimos tiempos es la violencia de género. Muchas de estas madres, que no logran garantizar la protección integral a lxs niñxs y jóvenes, también son víctimas de la misma violencia, pero terminan asumiendo la responsabilidad por no lograr la protección en un contexto en que ellas también sufren violencia. Nuevamente, ante el sistema, se naturaliza la ausencia del padre en la protección, porque quien carga exclusivamente con la responsabilidad sigue siendo la madre. Sin embargo, continúan en los discursos sociales y públicos expresiones del tipo “si está en esa situación es porque quiere”, “para qué hace la denuncia si después vuelve con él”, “deja que le peguen a sus hijxs”, entre otras.

Nuevamente queda en evidencia el dilema ético y político, porque si -por un lado- nuestro objetivo es proteger a lxs niños, niñas y jóvenes, restituir y garantizar derechos, por otro lado se identifica en muchas situaciones que esta madre no denunció antes porque no puede, porque tiene miedo, porque está amenazada, porque no tiene una red social o familiar que la contenga y proteja, porque no tiene ingresos económicos, ni posibilidad de conseguirlos, porque a veces no tiene recursos económicos para dar de comer a sus hijxs y menos aún para alquilar una vivienda “digna”, entre otras muchas razones que perpetúan la violencia.

Es en razón de esto que entendemos como fundamental el trabajo integral inter e intrainstitucional y con enfoque de género en el campo de las niñeces y juventudes, ya que la vulneración de los derechos de lxs niñxs y jóvenes está casi siempre asociada a lógicas machistas y patriarcales, que ubican a las madres como las principales protectoras, cuando se sabe que estas madres también sufren frecuentemente diversos tipos de violencia, las cuales se presentan también como obstáculos para la protección integral de sus hijxs. El Estado, en ocasiones, a la vez que deposita en ella toda la responsabilidad de protección, no ofrece condiciones objetivas para garantizar la crianza, siendo las madres responsabilizadas en un contexto donde también ellas padecen situaciones de violencia.

Como estrategia de intervención, es necesario trabajar estos dilemas éticos y políticos dentro de las instituciones, problematizando y reflexionando acerca de estas situaciones y construyendo programas, proyectos y políticas como la propia ley 13.298 de la provincia de Buenos Aires. Estas iniciativas no pueden quedarse en voluntades individuales, sino que deben ser producto de un trabajo colectivo, permitiéndonos en un primer momento, visibilizar y mostrar estas acciones que claramente reproducen este sistema histórico y cultural machista y cis-heteropatriacal. Un camino para esto puede ser la implementación de ley nacional 27.499 de capacitación obligatoria en género para todas las personas que integran los tres poderes del Estado.

Siendo así, entendemos que es urgente romper con estos mandatos del cis-heteropatriarcado, que siguen presentes en nuestras intervenciones en Trabajo Social, desmitificando que la crianza de las niñeces no es solo responsabilidad materna, sino también paterna, y empezar a considerar esta corresponsabilidad materna/paterna. Es fundamental la construcción de leyes, políticas públicas y procesos de intervención en el campo de las niñeces y juventudes que reconozcan esta doble responsabilidad, ya que las madres, que también están atravesadas por diversas opresiones patriarcales, siguen siendo las únicas responsables de la protección de lxs niñxs y jóvenes, recayendo exclusivamente sobre ellas la culpa y la responsabilidad por la desprotección.

Reflexiones Finales

Entendemos que la colonialidad del poder, del ser, del saber y del género atraviesa el campo de las niñeces y juventudes de una forma que construye concepciones que universalizan los procesos del Norte en el Sur, a través de las ideas de infancia y adolescencia. Pensar desde perspectivas que cuestionan la subalternización y el locus de enunciación de estas ideas, es un ejercicio reflexivo necesario y fundamental no sólo para el Trabajo Social sino también para las Ciencias Sociales y Humanas. Estas concepciones, que han sido elaboradas en un contexto histórico y geográfico específico, aún siguen presentes en los procesos de formación profesional y en las intervenciones sociales, razón por la cual apostamos a las ideas de niñeces y juventudes como alternativa teórico-práctica que contribuya a los procesos reflexivos desde miradas interseccionales, diversas y plurales.

El cambio de Paradigma en el campo de las niñeces y juventudes y la implementación de los Derechos Humanos en Argentina han visibilizado algo que ha permanecido oculto durante siglos y era impensado hace unos años, posibilitando otra mirada hacia estxs sujetxs e incluso tensionando las prácticas de judicialización y estigmatización de las desigualdades sociales y de la pobreza que atraviesan diversos niñxs y jóvenes en Argentina. Los Derechos Humanos han cambiado los paradigmas de protección a las niñeces y juventudes. Sin embargo, reconocemos que es necesario seguir avanzando, ya que estos cambios aún no atacan la raíz de las vulneraciones de los derechos humanos. Estas vulneraciones son productos de intersecciones entre explotaciones y opresiones capitalistas, racistas y cis-heteropatriarcales.

Este cambio de paradigma también ha implicado transformaciones en las intervenciones del Trabajo Social, pero que aún producen dilemas éticos y políticos que deben ser problematizados, tal como la relación entre protección y desprotección, ya que siguen reproduciendo no solo lógicas tutelares y de control, sino también cis-hetrepatricarcales. Es decir, mientras se garantiza el derecho de lxs niñxs y jóvenes, se responsabiliza exclusivamente a la madre por la desprotección. Estos dilemas requieren un proceso reflexivo colectivo constante e intervenciones sociales que cuestionen estas lógicas arcaicas y heteronormadas. Además, políticas públicas que conciban las niñeces y juventudes, las maternidades y paternidades, desde procesos históricos, sociales y culturales complejos que, si no son problematizados, inducen a la naturalización y reproducción de determinadas prácticas.

Por tanto, entendemos que es fundamental la consolidación de un Trabajo Social emancipador (Martínez y Agüero, 2014) que se nutra de los aportes de la perspectiva descolonial, del enfoque de derechos, del enfoque de género y de las demás matrices de pensamiento que nos posibilitan pensar de forma situada. Partir de estas perspectivas en el campo de las niñeces y juventudes, implica tomar un posicionamiento ético y político en defensa de las diferentes formas de ser niñx y jóven en la actualidad, poniendo en la agenda pública esta pluralidad, en un sentido también de alejamiento tanto de las miradas adultocéntricas que aún subalternizan a lxs niñxs y jóvenes, como de las prácticas que naturalizan los roles maternos y paternos en razón de una concepción histórica de familia romántica que no posee correspondencia con los procesos históricos y las realidades sociales actuales.

Siendo así, esta sistematización es producto de un proceso reflexivo que han generado nuestras propias experiencias de formación profesional y nuestras prácticas de intervención social en distintos ámbitos, en el sentido de construcción de aportes que abran nuevos caminos, debates y líneas de investigación que profundicen desde el Trabajo Social problematizaciones sobre las prácticas en el campo de las niñeces y juventudes, que aún están atravesadas por miradas heteronormadas que obturan la complejidad de los procesos que involucran no solo lxs niñxs y jóvenes, sino también a lxs adultxs responsables y a las familias.

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[1] Licenciada en Servicio Social. Diploma Superior de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Estudios y Políticas de Juventud en America Latina y en Pedagogías de las Diferencias. Maestranda de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Políticas de Juventud. Docente investigadora de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

[2] Licenciada en Servicio Social. Especialista del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales en Epistemologías del Sur. Maestranda de la Universidad Nacional de Cuyo, Argentina, en Estudios Latinoamericanos. Docente investigadora y Secretaria Técnica del Doctorado en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.